Confiaba en que su último concierto del año fuera un gran éxito, que Madrid se rindiera a sus pies como antaño, pero ocurrió todo lo contrario. Isabel Pantoja fracasó a la hora de llenar el aforo de siete mil personas en el recinto, porque apenas se vendieron dos mil quinientas localidades.

La tonadillera no se lo creía, veía huecos por todas partes, tan solo le fueron fieles las fans más acérrimas, las de toda la vida, esas que le perdonan todo y le regalan lo que haga falta. Incluso las que fueron a su finca para pintarla y arreglar desperfectos.

No extraña que en un programa vespertino de televisión dijeran que "Pantoja ya no vende. El relato de su hija desvelando las humillaciones que sufría en Cantora le ha pasado factura. La gente no quiero darle ni un euro a una señora que se comporta así con su propia hija".

Podemos añadir que Isabel, por lo que nos cuentan, ni ha felicitado estas fiestas a sus vástagos. Les ignora totalmente. Prioriza el nacimiento de la hija de su sobrina Anabel antes que el embarazo de Isa. Nadie entiende su soberbia y su desapego maternal.

Como ya hemos contado, su familia postiza, los Castilla, el promotor de su gira y los suyos, sustituyeron a los Pantoja en la cena de Nochebuena. Y en fin de año no habrá en su casa una fiesta como las del pasado, en las que se reunía todo el clan pantojista en la finca, con villancicos, cánticos flamencos y mucha alegría. Cualquier tiempo pasado fue mejor.