Irene Montero contra Ana Obregón: el peligro de Intelectualizar el '¡Hola!'

Ana Obregón es madre por gestación subrogada y se monta la de las Navas de Tolosa. Como si fuera la primera. No recuerdo tal pitote cuando quien lo anunciaba era Tita Cervera. O Jaime Cantizano. O Elton John, Ricky Martin o Miguel Bosé. También es verdad que eran otros tiempos (tampoco hace tanto pero me gusta ponerme pretérita) y no se legislaba a golpe de portada de «¡Hola!» o de número de «retuits».

Es lo que tiene la nueva política, que pone sobre la mesa los temas no por un interés genuino y honesto por abordar el debate y solucionar problemas que afectan a la ciudadanía, por enfrentar dilemas morales o éticos que deben encontrar un marco normativo, sino por instrumentalizar los vehementes juicios apresurados y emocionales. Lo malo es que a veces, con este método, acaban colisionando unas con otras las causas justas. Y así, mi cuerpo es mío para el aborto, pero no para la gestación subrogada (donde lo importante es lo que diga Irene Montero). Aupa con el empoderamiento de la mujer y que sea libre para hacer lo que quiera, pero no si tiene pasta y puede irse a hacerlo fuera porque aquí no le dejan o lo que decide no nos parece bien. O si se ha pronunciado en contra de medidas de este gobierno feminista y de progreso («el feminismo no es de todas, bonita», Carmen Calvo dixit). Y queremos la igualdad real entre hombres y mujeres, pero nos escandaliza que una mujer quiera ser madre a los 68 aunque no tanto que lo sea un hombre (a Papuchi y Sánchez Dragó me remito).

¿Y qué me dicen de la salud mental? Superimportante, fundamental, lo que nos falta es más empatía. Pero somos incapaces de sentir conmiseración por alguien que gestiona su duelo ante una pérdida irreparable de la mejor manera que puede. ¿Los cuidados en el centro? Sí, pero no a una pequeña personita que probablemente será más que bien atendida en un hogar donde no le faltará de nada. Ni siquiera, y por lo que parece, amor. Mucho mejor abortar. «Se quedará huérfana a los veinte», como si el resto de los humanos no corriésemos ese riesgo y todos tuviésemos asegurado por ley el derecho a ver envejecer a nuestros padres. Incluso un «es que ella no lo ha pedido», como si los demás viniésemos de pedir la vez en la cola de «los que desean nacer y lo piden expresamente». Entiendo mejor, como en el caso del aborto, que se invoquen razones puramente mágicas y religiosas para zanjar la discusión con un «porque no quiero yo y punto», ante lo que yo me quito el sombrero por la honestidad de no disfrazar de raciocinio lo que no es más que superstición. Esto nos pasa por intelectualizar el «¡Hola!». Con lo que molaba verlo en la pelu sin necesidad de reflexionar.