Se sincera
Lucía Rivera, sobre sus problemas de salud mental: “Hay días que no me puedo levantar de la cama”
La joven reconoce que padece ansiedad, aunque asegura que la terapia le ha “cambiado la vida”
A lo largo de 216 páginas, Lucía Rivera se sinceró en “Nada es lo que parece” (Espasa), su primer libro publicado, sobre algunos traumas que arrastra desde hace años. La hija de Blanca Romero y Cayetano Rivera compartió los abusos y el maltrato a los que la sometieron algunas de sus exparejas con la esperanza de que sus vivencias ayudaran a otras chicas a no pasar por lo mismo.
Aunque en este momento de su vida la luz se ha abierto paso entre la oscuridad, la modelo reconoce que todavía sufre problemas de ansiedad, un grave trastorno que afecta a millones de personas en todo el mundo y al que ella ha querido darle visibilidad por el Día Mundial de la Salud Mental, que se celebró este 10 de octubre.
Lucía Rivera reivindica a través de sus redes sociales acabar con la estigmatización que todavía sufren las personas que sufren algún tipo de enfermedad mental, y recomienda a todas las personas que lo necesiten a ir a terapia. Consciente de que todo el mundo puede costear este tratamiento, también lamenta la escasa financiación que desde el sector público llega para cubrir una demanda tan elevada, teniendo en cuenta que más de la mitad de los adolescentes europeos padecen ansiedad, entre otros muchos trastornos, incluyendo la depresión.
Aunque Lucía Rivera hace balance y aclara que “ahora estoy mucho mejor porque la terapia me ha cambiado la vida”, puntualiza que “hay muchos momentos en los que la ansiedad vuelve y me agarrota, otros en los que no me puedo levantar de la cama y me aíslo, o pienso que soy lo peor del mundo”.
Sobre cómo logró recomponerse a sí misma a pesar de las duras vivencias por las que pasó y cuyas cicatrices todavía están presentes, Lucía Rivera indica que “no me gustaría ser un ejemplo de superación, sino un ejemplo de que sé vivir con ansiedad”, recalcando una vez más la importancia de acudir a terapia para aprender a continuar el camino con los incómodos compañeros de viaje que, en algunas ocasiones, nunca terminan de marcharse por completo.
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