
Época
¿Qué fue de las mujeres de la trama de la «beautiful people»?
Directa o indirectamente, nombres como Isabel Preysler, Carmen Posadas o las Koplowitz saltaron a las revistas en la era de Felipe González

En marzo de 1992, una portada de la revista «Tiempo» anunciaba el ocaso de lo que se denominó «beautiful people» o «beautiful connection». Se trataba de un grupo de personajes del mundo empresarial y político que ocupaban puestos relevantes y manejaban el poder a su antojo, cruzando la línea roja de la legalidad. La actualidad, con los casos de corrupción relacionados con el gobierno, ha hecho que nombres ya casi olvidados vuelvan a tener protagonismo.
El caso Ibercorp, que abarcó de 1992 a 1995, ocupó portadas de revistas de información general, periódicos de gran tirada y comentarios en tertulias de radio. Fue un antes y un después para muchos de los hombres poderosos que cayeron ante la corrupción. Se trataba de un grupo financiero donde figuraban cargos como el gobernador del Banco de España, el síndico de la Bolsa de Madrid, exministros y ministros en ejercicio, involucrados en acciones que para algunos eran ilegales y para otros, éticamente reprochables, con el objetivo de enriquecerse rápidamente. «La cultura del pelotazo», frase atribuida al ex titular de Economía y Hacienda Carlos Solchaga, era el denominador común para ganar dinero rápidamente.

Apellidos ilustres como Boyer, Solchaga, Rubio, Soto o De la Concha no estaban solos. Sus esposas formaban parte de un grupo social envidiable por su alto nivel de vida, e indispensables en cualquier fiesta pública o reunión privada. Restaurantes como Horcher, Jockey o Sacha formaban parte del escenario de lujo combinado con travesías en yates por el Mediterráneo.
Isabel Preysler, Paloma Jiménez Altolaguirre, Isabel Falabella o Carmen Posadas eran las caras visibles que interesaban a la prensa rosa. En el caso de la escritora, el formar parte del grupo, aunque fuera indirectamente, no la benefició: «Daba igual que tuviera cuentos traducidos a veinte idiomas, ensayos, novelas… Todo quedó opacado. Fue el precio de un matrimonio felicísimo del que nunca me arrepentí». Apoyó a su marido, Mariano Rubio, que con el tiempo se demostró que fue la excusa de Alfonso Guerra para acabar con sus «enemigos» dentro del propio partido. El famoso «fuego amigo». El tiempo, que coloca las piezas del puzle de la vida, le dio la razón a la ganadora del premio Planeta y una de las profesionales más reconocidas del sector editorial: «Tengo la satisfacción de ver cómo su nombre se va reivindicando cada vez más desde diversos ámbitos, como el de la banca o la sociedad civil. Fue tan monstruoso y brutal que taparon todo lo bueno que hizo y, al final, el tiempo es el mejor aliado», me contaba en la presentación de su último libro.
En aquellas fechas, Isabel Preysler y Miguel Boyer aparecían en la prensa por el caso Ibercorp. La «reina de corazones» estaba más pendiente de su mansión de Puerta de Hierro (Villameona, como la bautizó Ussía) que de los titulares de periódicos como «El Mundo», que fue quien destapó las irregularidades. Nadie imaginaba en aquellos años que el matrimonio resistiría las crisis emocionales hasta la muerte del exministro. Tiempo después, Preysler reconocería públicamente que ella ya se consideraba viuda desde que el todopoderoso político sufrió el ictus. Y mucho menos era imaginable que, en 2015, se convertiría en la novia de Mario Vargas Llosa durante ocho años. Desde que finalizó su relación con el Nobel, Isabel ha mantenido un perfil bajo. Viaja a menudo a Miami para estar con sus hijos y nietos, y en Madrid reúne en su casa a varias de sus amistades de siempre. Muchos años atrás, a esos almuerzos en la calle Miraflores acudían también Encarna Sánchez y Margarita Vega Penichet, una mujer encantadora que murió en 2005. Esta última estuvo casada con uno de los grandes amigos de Boyer, Guasch, y ejerció de testigo en la boda del ministro con Isabel.
Manuel de la Concha, síndico de la Bolsa de Madrid, se divorció de Paloma Jiménez Altolaguirre en 1989 y se casó con Isabel Falabella en 1990. La abogada Concha Sierra, bautizada como el «terror de los maridos», consiguió unos acuerdos muy beneficiosos para la primera esposa, una mujer que fue determinante en el ascenso profesional de De la Concha.Otras, dejaban la popularidad a sus maridos. Una fue Lourdes Arroyo, esposa de Mario Conde. Las hermanas Alicia y Esther Koplowitz se convirtieron, sin quererlo, en personajes por las infidelidades de sus maridos, los primos Cortina/Alcocer. Hoy, están centradas en aspectos culturales y solidarios.
✕
Accede a tu cuenta para comentar