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Ocio VIP

Trocadero: Todo lo que pasa en Costa del Sol se cuece aquí

Sin go-gós ni fuegos artificiales pero con aire de safari VIP, Dionisio Martínez-Gil ha creado la marca preferida de la «jet set»

Dionisio y Marianthi, grupo Trocadero Amparo de la Gama

En la Costa del Sol, donde el lujo suele medirse en metros de yate o en grados de bronceado, hay un nombre que destaca sin necesidad de aparecer en portadas ni dejarse ver en photocalls: Dionisio Hernández-Gil. Fundador y alma del Grupo Trocadero, ha conseguido erigir un imperio sin alzar la voz, convirtiéndose en uno de los empresarios más influyentes del panorama gastronómico español sin que apenas se sepa nada de él. No da entrevistas, rehúye el foco mediático y repite una frase que ya es marca de la casa: «Lo mío es el segundo plano», ríe.

Nacido en Madrid, con raíces extremeñas, Dionisio es el mayor de ocho hermanos y heredero –al menos en nombre– del reconocido arquitecto Dionisio Hernández-Gil. Su camino parecía escrito hacia el Derecho, pero a los 21 años, con un par de cursos universitarios a medio hacer, decidió romper el molde familiar. «Niño, que yo no quiero que te dediques a los bares. Ya lo sabes», le dijo su padre cuando montó su primer bar con dinero prestado por su madre. Pero él no hizo mucho caso. «Empecé en el mundo de la hostelería por divertirme. Monté varios bares con un grupo de amigos y creamos el primer Trocadero en la calle Caballero de Gracia de Madrid. Luego otro en Velázquez con Vicente Sartorius, que fue un auténtico desastre, pero aprendimos».

Oxígeno lejos de la capital

Después de ese primer aprendizaje madrileño, Dionisio buscó oxígeno lejos de la capital y recaló en Marbella con la idea de tomarse la vida de forma más saludable. En un pequeño rincón junto al Marbella Club, levantó el primer Trocadero Playa. Pocas pretensiones: 30 sillas de plástico, 20 camareros y un concepto tan sencillo como brillante. «Empezó a funcionar muy rápido y muy bien, toda la gente de Madrid venía y fuimos creciendo. Ahora vamos ya por 1.040 empleados», dice con naturalidad. En muy poco tiempo, Trocadero dejó de ser solo un restaurante para transformarse en sinónimo de estilo, de «savoir faire», de hospitalidad con alma. Fue el preferido de la fallecida Duquesa de Alba, y hoy lo frecuentan desde Eugenia Martínez de Irujo hasta los Hohenlohe, pasando por Tita Thyssen, Antonio Banderas, Georgina Rodríguez, y figuras políticas como Aznar, Ana Botella, Zapatero o Mariano Rajoy.

Pero Hernández-Gil no se detuvo en Marbella. En 2019, el Grupo Trocadero abrió un nuevo enclave en Estepona, un «beach club» sofisticado en Playa del Ángel con una propuesta que ampliaba su espectro gastronómico: cocina mediterránea con guiños asiáticos y mexicanos. En Sotogrande, donde los clubes privados marcan el ritmo social, Trocadero transformó el mítico Cucurucho en un templo de la alta hostelería. Allí, dos restaurantes –uno mediterráneo y otro asiático abierto solo en verano– conviven con una arquitectura impecable que lleva el sello de Lorenzo Queipo de Llano y el propio hermano de Dioni, Fernando Hernández-Gil, también arquitecto. En Sotogrande no es extraño ver a Borja Moreno, la nueva ilusión de Victoria Federica de Marichalar, que trabaja en las instalaciones y en verano, se ocupa de organizar las fiestas «after polo» que tanto gustan a la hija de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar, residente habitual de Sotogrande en época estival.

Madrid con Luis Sartorius

En Málaga capital, el desembarco fue literal: el Grupo se hizo con la histórica Casa de Botes, un edificio de 1946 con vistas privilegiadas al puerto. «Está funcionando fantástico. Justo este local se lo iba a quedar el grupo del actor Antonio Banderas. El lugar no puede ser más emblemático», recuerda Dioni. Pero uno de los movimientos más significativos para Hernández-Gil fue el regreso a Madrid, al lugar donde empezó todo. En 2023, reabrió con fuerza el antiguo Mayte Commodore, hoy convertido en Trocadero Commodore, que lo regenta Luis Sartorius, hermano de Isabel Sartorius, a la que un delicado estado de salud mantiene alejando del foco mediático, como adelantó hace unos meses en exclusiva LA RAZÓN. El local mantiene el encanto del clásico de los 60, pero actualizado con la estética y la filosofía que caracteriza al grupo: una carta versátil, espacios amplios, elegancia sin pretensiones y el aroma inconfundible de quien sabe lo que hace. «Yo no entiendo nada de cocina, solo de negocios», confiesa Dionisio. Junto a la restauración, Hernández-Gil ha cultivado un interés por la cultura y el deporte que ha sabido integrar en su marca. Desde los festivales musicales de Trocadero Sotogrande hasta los Encuentros Culturales en Trocadero Arena, sus locales no son solo espacios para comer: son foros de intercambio, escaparates del pensamiento y la conversación. «Nos gusta apoyar la cultura y el deporte, disfrutamos con este posicionamiento», afirma. En 2023, recibió el premio «E de Encuentros» por su labor en favor del turismo cultural. Por sus tertulias han pasado desde la duquesa del Infantado Almudena Arteaga hasta Carmen Lomana, Sergio Scariolo o el juez del caso Malaya, José Godino.

Y detrás de todo esto, en paralelo y en tándem, está Marianthi Tserkezis, la exmodelo sudafricana que lleva toda una vida a su lado. «Para mí, mi mujer es un gran apoyo. Esta profesión es muy difícil, pasas mucho tiempo fuera de casa y tienen que entenderla desde dentro porque si no la convivencia sería insoportable. Marianthi gracias a Dios me entiende de maravilla». Es ella quien se encarga de que cada espacio tenga ese punto justo de sofisticación que marca la diferencia. «Yo estoy siempre más en el sector de la creatividad y de la decoración –destaca Marianthi–. Me encanta controlar que todo esté en orden y en su sitio. Esta Semana Santa reabrimos Trocadero Petit y estamos decorándolo muy pero que muy lujoso. Creo que a la gente le va a encantar».

Ambos tienen un hijo, Dioni Jr., que estudia en Suiza y parece dispuesto a tomar el testigo. Semana Santa es, para ellos, un momento de reencuentro en Marbella, donde los negocios se mezclan con la vida familiar. Y aunque han tenido ofertas para abrir en lugares tan emblemáticos como el estadio Santiago Bernabéu, de momento prefieren tomarse las cosas con calma. «Somos del Real Madrid hasta la médula, pero luego declinamos el proyecto. Ahora los proyectos nuevos pasan por Ibiza, Miami y expansión por países árabes. Muchas ofertas, pero ahora toca descansar». Dionisio Hernández-Gil ha revolucionado la hostelería en la Costa del Sol con una fórmula tan simple como infalible: excelencia, discreción y buen gusto, sin fuegos artificiales ni go-gós. Su mayor virtud, quizá, es la lealtad: jamás habla de sus clientes. Ese silencio elegante lo ha convertido en un referente, sin necesidad de exponerse ni de adornarse.