Entrevista
El Turronero: «En mis fiestas no importa el dinero»
El empresario, capaz de reunir en sus celebraciones a lo más granado, se sincera en LA RAZÓN sobre sus orígenes humildes
Al empresario José Luis López lo conoce todo el mundo por su apodo. Este sobrenombre de El Turronero del que está muy orgulloso marca sus orígenes. Proviene de una familia de feriantes que vendía turrones, garrapiñadas y almendras en las fiestas de los pueblos de la comarca. Así fueron sus primeros años, que recuerda con mucho cariño, en los que además de acompañar durante el verano a sus padres, Rosario y Antonio, acudía al colegio y sacaba muy buenas notas. «Somos una familia muy unida y todos seguimos trabajando mucho. Cada uno con lo suyo. La gente cree que me ha ido bien en la vida porque he tenido suerte, pero empecé desde lo más bajo. Mi vida está llena de muchísimos amigos que son a los que les abro las puertas de mi casa. Lo hago de corazón». dice a LA RAZÓN.
Varios de sus sobrinos siguen manejando el negocio. Conchi, la hermana del Turronero, me cuenta que sus hijos siguen en ese mundo, moviéndose de feria en feria. Ella se ha jubilado, aunque reconoce que lo echa de menos.
A José Luis lo define como «un hombre especial, y no lo digo porque sea mi hermano. Pregunta en Ubrique, en Sevilla, en Jerez, a la gente que va a la fundación... te dirán lo mismo, que es único y siempre dispuesto a ayudar». Efectivamente, El Turronero es un hombre generoso, pero no compra a la gente con dinero. Uno de los detalles que define su personalidad es que cuando celebró su cumpleaños y le llegaron los regalos no quería saber de quién era cada uno. «Se guardaron todos y yo estaba encantado ya, fuera importante o no».
La semana pasada celebró la primera comunión de su nieta Carlota con un montaje espectacular. Mas de mil invitados, incluyendo famosos de primer orden, políticos de la mayoría del arco parlamentario, sindicalistas y periodistas mediáticos que dieron colorido. Y entre los asistentes a la multitudinaria fiesta también estaba gente de Ubrique, de la fundación, empleados y trabajadores de las fábricas de piel. No todo era famoseo, aunque ese perfil que no era el mayoritario fue el que llamó la atención e incluso suscitó críticas por la exposición pública que tuvo la fiesta de una niña.
Buenas energías
El empresario se toma con humor esas descalificaciones: «Me gusta compartir lo que tengo con mis amigos y con la gente que quiero, e incluso con los enemigos. ¿Por qué lo tengo que esconder? ¿Por qué lo tengo que justificar? Si no lo gastas eres un ‘‘encogido”, un avaro y lo quieres todo para ti. Y si haces al revés, eres un derrochador. Por eso no hago caso. Creo que los que hablan por hablar se retratan ellos mismos. En mis fiestas da igual la gente que tiene dinero o la que no, nadie se encuentra desubicado. Todo el mundo conecta y se lo pasa bien. Hay buenísimas energías y eso me lo dicen siempre. Por las mañanas me levanto con ganas de hacer cosas, y lo hago con ilusión y transparencia. Quiero dejar claro que en la fundación me gasto mucho más dinero que en cualquiera de mis fiestas». Explica también que los artistas que actúan en sus reuniones, a los que ha ido conociendo a lo largo de los años, lo hacen por cariño y amistad: «Vienen como amigos y lo hacen de corazón, porque me quieren a mí y a mi familia». Y con los políticos pasa lo mismo. No hace negocios con ellos, los considera amigos, aunque alguno le traicionó en el pasado.
El Turronero nació en Ubrique en 1963 y fue el pequeño de cuatro hermanos (dos chicas y dos chicos). Una familia humilde en la que no faltaba, pero nunca sobraba. No tiene estudios superiores. Sus inicios profesionales, al margen de la venta ambulante de turrones, llegaron por una oferta de trabajo como asistente en carretera. Después pasó a vender seguros y más tarde al mundo inmobiliario. Compra y vende terrenos, edificios o naves, y no se queda con nada. Se asocia con pequeñas empresas como Panaria o el restaurante Salesas, donde Íñigo Onieva, marido de la marquesa de Griñón, ejerce de anfitrión.
Se casó a los 20 años con Carmen Mariscal, con quien tuvo dos hijos, María y Pepe, y desde entonces presumen de un matrimonio estable y feliz. El año pasado cumplieron su cuarenta aniversario, rodeados de su familia y amigos.
Un hombre solidario
El jueves recogía en Madrid el Premio Empresa Social por los proyectos que se realizan a través de su Fundación López Mariscal en las áreas de Educación, Deporte, Enseñanza y Desarrollo. Desde la entidad se reparten becas para estudiar en el extranjero, se da apoyo diario a niños para evitar el fracaso escolar y se organizan actividades deportivas y lúdicas. Dos veces al mes, El Turronero en persona recibe las propuestas que le presentan y una vez estudiadas actúa en consecuencia. «No es caridad, es una manera de devolver todo lo bueno que yo he recibido en mi vida. Si me critican, que lo hagan. Yo me acuesto todos los días muy tranquilo», dice.
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