Casas reales

Mujeres con puño de acero

Si el vástago de Guillermo y Catalina, duques de Cambridge, es una niña, se le podrá aplicar la Succession to the Crown Act 2013, que ya ha pasado a la Cámara de los Lores, además de eliminar la pérdida de derechos sucesorios para quien se case con católicos y de abolir la Royal Marriages Act 1772 circunscribiendo a menos personas la obligación de pedir permiso para casar que afecta a todos los descendientes de Jorge II, reconoce al primer nacido el derecho a la Corona, independientemente de su sexo. Albión ha tenido reinas titulares y consortes de gran peso, ejemplo de constancia y firmeza, que revocan la falsa idea de la debilidad femenina. Veamos algunos. ejemplos.

La Razón
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ISABEL I/ «La reina virgen»

Siempre reticente a contraer matrimonio a pesar de ser muy enamoradiza, fue azote del rey Felipe II de España, adalid del protestantismo, excomulgada en 1570, y vencedora con la Invencible Armada. Era políglota –hablaba también español, entre otras lenguas– y protectora tanto de escritores como Shakespeare o Marlowe como de piratas como sir Francis Drake. Última reina inglesa en ser coronada en latín, por el obispo de Carlisle, que fue el único que accedió a hacerlo porque ningún obispo importante quería coronarla. Ha sido una de las reinas más representadas en el cine: Bette Davis, Jean Simmon, Glenda Jackson o Cate Blanchett la han encarnado. Rival de su medio hermana María Tudor, la hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón, motejada de «Bloody Mary» por los protestantes, descansa junto a ella en la abadía de Westminster tras haber ofrecido a su patria un periodo de dorado esplendor a pesar de convulsiones políticas, diplomáticas y bélicas.

REINA VICTORIA/ «la abuela de Europa»

No hace falta decir de dónde. Simplemente Victoria, la que da nombre a toda una era, el s. XIX británico. La viuda por excelencia: una mujer enamorada hasta la muerte de su marido Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, el príncipe consorte, y que no se quitó el luto desde la muerte de éste en 1861 hasta que ella falleció en 1901. Cariñosa con sus hijos, amante de la disciplina, llevó las riendas hasta el final. A su hijo Eduardo VII se le compara con el actual príncipe de Gales por la longevidad de sus madres. Transmisora de la hemofilia a varios de sus descendientes, que se sentaron en diversos tronos europeos, entre ellos el español, es conocida como «la Abuela de Europa». Reina y emperatriz, era respetada en todo el mundo. Se cuenta que una vez su hija la princesa real y dejó caer un pañuelo coquetamente ante un grupo de jóvenes oficiales de la escolta. Cuando tres o cuatro solícitos intentaron recogerlo y entregarlo a su dueña, sonó la voz de Victoria: «¡Alto, caballeros!», y ordenó a su hija que bajara del coche a recogerlo.

REINA MARY/ «la cenicienta de la realeza»

Esposa de Jorge V, procedente de una rama morganática de la casa de Württemberg, los Teck, era la majestad personificada. Hierática, más reina que su marido, que en realidad se sentía un marino al que la asunción de la Corona frustró su carrera en la mar. May, como era conocida en familia, especie de Cenicienta de la realeza, aunque su madre la orgullosa María Adelaida de Cambridge, «Fat Mary», era nieta de Jorge III, ascendió desde el discreto estatus de alteza serenísima a majestad imperial y real. Amante de las joyas, las usaba con profusión y las compró con pasión de coleccionista: «parures» y «corsages», diademas enormes,... Un cortesano dijo de ella que bajo su encanto e ingenio era puro hierro. Se escandalizó tanto de las pretensiones de las sufragistas como del matrimonio de su hijo Eduardo VIII con la dos veces divorciada Wallis Simpson, enlace que no toleró, y falleció en 1953 a tiempo para ver reinar a su nieta Isabel II.

ISABEL II/ «una reina alérgica a las entrevistas»

Subió al trono tras la muerte del tartamudo Jorge VI, su padre, un rey que no iba a serlo y que a su pesar tuvo que asumir la corona por la abdicación de su hermano Eduardo VIII. Amante de los perros, especialmente de los galeses corgi, y de los caballos, declaró en una ocasión que le hubiera gustado ser uno de ellos (su periódico favorito es el «Racing Post»); es muy querida por su pueblo, con una popularidad del 90 por ciento en 2012, a pesar de no haber concedido jamás una entrevista a la Prensa, lo que demuestra que cierta distancia conviene a la monarquía. Conservadora en el vestir: sombreros y guantes, como en los cincuenta, a pesar de estar ya en el siglo XXI, no perdona su copita de gin. De salud envidiable y enamorada de un marido que se ha mantenido siempre en un segundo plano, hasta en el Jubileo de diamante que ha celebrado, como su tatarabuela Victoria. Aborrece los fríos corredores de Buckingham pero, el deber ante todo, vive allí la mayor parte de su apretado año, repleto de compromisos oficiales.