Jet set

De Alfonso de Borbón a don Luis de la Vega: los otros nobles y aristócratas sin trono

Desde nombres con tratamiento de altezas reales pero no reconocidos en sus países a farsantes a los que les gustaría tener un brillante lugar en el Gotha

Margarita Vargas, hija del banquero, junto a su esposo, Luis Alfonso de Borbón
Margarita Vargas, hija del banquero, junto a su esposo, Luis Alfonso de Borbónlarazon

El pasado mes de junio comenzó con la muerte de Amadeo III de Saboya-Aosta, jefe de la casa ducal de su nombre y pretendiente al trono de Italia. Que Víctor Manuel de Saboya y su hijo Manuel Filiberto jurasen la Constitución republicana del país los volvió indignos para el grueso de nostálgicos de la monarquía. El club de los pretendientes a coronas que existen solamente en los libros de historia enriquece la aristocracia europea. En la cúspide de la pirámide –denominada Gotha por los diletantes– se hallan reyes y reinas, príncipes e infantas de casas reinantes. Bajo ellos, duques, marqueses, condes, barones y otras dignidades de menor rango cuya divisa emana de esas coronas. En Latinoamérica existe un puñado de nobles tan vigorosos como sus homólogos en el Viejo Continente. El siguiente apartado lo firman antiguas estirpes cuyo blasón responde a dinastías prácticamente extintas pero de un prestigio incontestable. Finalmente, en capítulo aparte, la picaresca de vivales que adelgazan las carteras de incautos pero ávidos por pertenecer a un mundo fascinante.

A la derecha, Elena de Montenegro, y de Italia desde que se casó con Victor Manuel de Saboya, a la izquierda
A la derecha, Elena de Montenegro, y de Italia desde que se casó con Victor Manuel de Saboya, a la izquierdalarazon

Entre aquellos apellidos cuya sola pronunciación supone respeto inmediato, se halla Maximiliano de Habsburgo, archiduque de Austria y príncipe de Hungría. Hijo de los archiduques Ferdinand y Elena de Austria, su abuelo paterno era hermano del último emperador del país del Danubio y su tatarabuelo, el rey Jorge de Grecia. Un noble en todas las acepciones: Maximiliano dedica buena parte de su esfuerzo y dinero a los demás; comenzó ofreciendo comida y abrigo a personas sin hogar y hoy dirige la Fundación Recal para el tratamiento de adicciones. En España nacieron los cinco hijos del rey Simeón de Bulgaria, todos adornados con un título principesco que, aunque en su país de origen no tenga validez, les permite mirar de igual a igual a la Infanta Sofía o a Victoria de Suecia, por ejemplo. Así nos lo ilustra José Luis Sampedro, señor divisero hijodalgo del antiguo e ilustre Solar de Tejada, académico de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía y autor de Las joyas de la Familia Real de España (Planeta) y Dinastías de traición (La Esfera), entre otras obras: «Para los seguidores del rey Simeón en el exilio y para los parientes de otras familias reales, su tratamiento es de alteza real». No es poca cosa tan alto protocolo. Casas reales de menor categoría, como los Grimaldi, lo saben bien: «Carolina de Mónaco ascendió de S.A.S., es decir, alteza serenísima, a S.A.R, alteza real, por su matrimonio con Ernesto de Hannover. Por eso no le trae a cuenta divorciarse». En efecto, el origen de la Casa Hannover se remonta al siglo IX y sus descendientes han sido reyes de Inglaterra. Y si el ínclito Ernesto de Hannover ni siquiera pretende comparecer sobrio en un boda, por el contrario, a quienes se toman su linaje tan en serio como para anhelar una corona desaparecida, se les conoce como pretendientes. Entre ellos y también vinculados a España, Carlos de Borbón-Dos Sicilias, duque de Castro y pretendiente al trono de las Dos Sicilias, y Alfonso de Borbón, con la vista puesta en Francia.

Luis Alfonso de Borbón, sobrino de doña Pilar, y su esposa, Margarita Vargas
Luis Alfonso de Borbón, sobrino de doña Pilar, y su esposa, Margarita Vargaslarazon

Al otro lado del Atlántico perviven importantes ducados y marquesados españoles, vestigios de lo que fue un imperio. Hablamos con don Luis de la Vega, VII marqués de Almendares, hijo de doña María Elena de Cárdenas, marquesa de Bellavista y de Campo Florido (101 años la contemplan), y que han triunfado en un largo litigio contra Alicia Koplowitz para recobrar esos títulos. «Nos ha supuesto una gran satisfacción haber cumplido con la promesa que mi madre le hizo a mi abuelo. Cuando ella cumplió 95 años, le regalé un álbum de fotos antiguas de sus antepasados, me miró y me dijo: ‘Tengo que contarte algo que me pidió tu abuelo al morir’. Así comenzó un proceso que ha sido de novela: investigaciones genealógicas en Cuba, en España, eslabones perdidos y encontrados, lucha contra personas que sabían que perderían pero que continuaron tratando de ganarle al reloj…». Nuestro interlocutor lleva media vida en Miami (Florida, EE. UU.), lugar donde se exilió con su familia tras la revolución castrista. Convertirse en marqués no ha adulterado su carácter.

Tradición familiar

«Somos los mismos que éramos antes y no pretendemos hacer ostentación de los títulos aunque nos sentimos muy orgullosos de continuar esta tradición nobiliaria familiar a través de los siglos. Para nosotros es un vínculo con la Corona y con las antiguas tradiciones de la nobleza; hemos recuperado no solo tres títulos, sino también a muchos amigos y parientes españoles con quienes hemos restablecido uniones muy bellas». Don Luis de la Vega capitanea un interesante proyecto, el de aglutinar a otros nobles coloniales en una asociación que busca estrechar los vínculos entre América y el Reino de España. Entre ellos, los mexicanos condes de Regla y Gustarredondo, el colombiano marqués de San Juan de Rivera, la cubana afincada en Alicante vizcondesa de Mendinueta, el marqués de Arcos, el conde de Casa Bayona y la condesa del Castillo, que residen también en Miami, y el marqués de Jústiz de Santa Ana y conde de O’Reilly, que vive hoy en Carolina del Norte (EE. UU.). La mayor parte de sus miembros están ligados ya a la Maestranza de Caballería de la Habana.

La marquesa de Bellavista y su hijo Luis de la Vega arrebataron título a Alicia Koplowitz
La marquesa de Bellavista y su hijo Luis de la Vega arrebataron título a Alicia KoplowitzCortesíaLa Razón

Hay un capítulo extravagante que también debemos mencionar: títulos no reconocidos en España pero que hunden sus raíces en la historia europea –así lo aseguran sus poseedores– y cuya validez refrendan tribunales arbitrales. Es el caso de Rafael Andújar Vilches, economista y con formación en EE. UU. que hizo fortuna en el sector de productos médicos quirúrgicos. En su tarjeta reza un vistoso escudo y el blasón de Príncipe de San Bartolomeo y de Capadocia: «El primer título se remonta a la familia genovesa de los Onetos en época de Carlos II. Cuando falleció mi abuela, encontré ciertos documentos, viajé a Italia y como no quedaba ningún Oneto vivo, reclamé el título. Puedo demostrarlo con una resolución judicial, lo mismo que el principado de Capadocia». Andújar es Gran Maestre de la Soberana Orden de Constantino el Grande y Santa Elena y de la Orden Constantiniana de Capadocia, por lo que está capacitado para armar caballeros y damas: «La decoración de la ceremonia la encargamos a la casa Cejalvo y salvo esos 1.500 de coste, no se le pide dinero a nadie por su ordenación, solo un donativo con destino benéfico. Principalmente, comida para el Banco de Alimentos y ropa para personas sin hogar», asegura nuestro interlocutor para despejar cualquier duda sobre sus altos fines.

Órdenes inventadas

Distinto es el caso del ya fallecido Alexis Brimeyer. José Luis Sampedro nos recuerda su historia: «A finales de los 70 aparece en España su alteza imperial Alexis Vasilievich Durassow d’Anjou Dolgoruky Chichkov Romanov, superviviente por una línea extraña del zar Nicolás II de Rusia y pretendiente a ese trono, al de Ucrania y el de Grecia. En realidad había organizado un negocio y a quienes se creían su relato les vendía condecoraciones y membresía en órdenes inventadas, como la Ecuménica de Malta. Yo conocí el caso de un señor que ingresó en varias de ellas para recibir el título de duque de Argirocastro. Cuando en 1992, los representantes de la República Autónoma Serbia de Krajina ofrecen su corona al fantoche en el Parador Nacional de Monte Perdido (Huesca) quien lo paga todo es el duque de Argirocastro. Le pregunté incrédulo al respecto y me contestó lo siguiente: ‘’Si este señor es un día reconocido como rey de Krajina, aunque sea 24 horas, el mío se convierte en el título dado por un rey reconocido internacionalmente’'. Naturalmente, eso no ocurrió jamás porque la historia de Alexis Brimeyer era, sencillamente, mentira».