
Herederos
Hijos del poder: así es Paola Zóbel, la desconocida heredera del Ayala Polo Club y miembro de una de las familias españolas y asiáticas más poderosas de Sotogrande
Nacida y criada entre Filipinas, España y Bélgica, representa una nueva generación de líderes que no separan empresa de vocación

"No se entiende Sotogrande sin el polo", declaró uno de los nombres propios más importantes del polo en España a la revista especializada "Polo Line". Con estas palabras, Paola Zóbel resume no solo su visión del polo, sino también su manera de estar en el mundo. Heredera de una de las familias más influyentes del sur de Europa y del sudeste asiático, nieta del magnate Enrique Zóbel de Ayala, cofundador de Sotogrande y primer impulsor del polo en la región gaditana nacida a orillas del río Guadiaro, Paola no ha llegado a este lugar por casualidad. Además de los negocios paternos, su madre, la exmodelo Maricris Cárdenas, lanzó junto a Valeria Cavestany Aboitiz la edición filipina de la revista "¡Hola!" en septiembre de 2013. Pero lo que impresiona no es su linaje, sino el modo en que lo encarna: con determinación, sensibilidad y una pasión serena que se nota cuando habla de caballos, canchas y la comunidad ecuestre que el polo ha logrado atraer a Cádiz. Y no solo por la temporada de verano, pues son muchas las familias argentinas y uruguayas que se han instalado permanentemente en este oasis con vistas a Gibraltar vinculadas a este deporte.
Desde 2021, Paola lidera como vicepresidenta el Ayala Polo Club, una institución con más de 30 años de historia que se ha convertido en uno de los mejores clubes de polo del mundo (hizo antes sus pinitos en los fogones con el restaurante Cancha II, de Sotogrande). Con sede en San Enrique de Guadiaro, a pocos kilómetros de la costa, el club cuenta con tres canchas de competición, establos de élite y zonas de entrenamiento que rivalizan con cualquier centro ecuestre internacional. Pero más allá de las instalaciones, lo que distingue a Ayala es el espíritu que ella y su equipo han sabido imprimirle.

Tras la retirada de la poderosa familia terrateniente Mora-Figueroa, históricos organizadores del Torneo Internacional de Polo en Sotogrande, fue Paola quien asumió la responsabilidad de dar continuidad y nuevo brillo a uno de los eventos deportivos más prestigiosos del circuito mundial. El Torneo Internacional de Polo de Sotogrande, que este verano celebra su 54ª edición, ha crecido bajo su gestión: más equipos, más días de competición, más público, pero también más alma. Cada partido es un espectáculo que une deporte, paisaje y sociedad. Bajo su liderazgo, el torneo ha añadido actividades paralelas como mercadillos, conciertos, experiencias gourmet y espacios para familias, jóvenes y visitantes internacionales. "Queremos que el polo no sea solo un deporte de élite, sino un punto de encuentro", ha dicho en varias entrevistas. Y no son palabras vacías: Paola ha puesto en marcha programas de iniciación, alquiler de caballos para jugadores sin medios y acuerdos con escuelas y federaciones para atraer nuevos talentos.
Nacida y criada entre Filipinas, España y Bélgica, con formación en Finanzas por la Universidad Vrije de Bruselas y máster en la Universidad de Navarra, Paola representa una nueva generación de líderes que no separan empresa de vocación. Aunque lleva el apellido Zóbel con naturalidad, ha construido su lugar desde el trabajo diario, la cercanía con los equipos y una implicación absoluta con la comunidad polista. "No distingo muy bien entre hobby y trabajo", confesó en "Vanitatis", sonriendo. "Porque amo lo que hago, y el club es parte de mi vida".
Casada con el polista argentino Santiago Laborde en 2016, con quien tiene dos hijos, Paola ha hecho de Sotogrande su hogar y su centro de acción. Desde el restaurante Cancha II, que también gestiona, hasta los torneos de verano, su presencia es constante pero discreta. Nunca busca protagonismo, pero lo irradia. Y quienes la conocen hablan de su temple, su capacidad de escuchar y su intuición para entender el tiempo y la tradición del polo.
Más allá del deporte, Paola Zóbel simboliza una manera de habitar el legado: no como una carga ni un símbolo estático, sino como un espacio que se actualiza, se abre, se ofrece. En sus palabras, su mirada y su trabajo cotidiano hay una intención clara: que el polo no sea un mundo cerrado, sino una comunidad viva.
Sotogrande, bajo su guía, ya no es solo un enclave de lujo: es el escenario donde tradición, modernidad y pasión se encuentran. Y en el centro, sin alardes, Paola Zóbel. Guardiana de una historia, pero también arquitecta de su futuro
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