Grupos
El protectorado
Yo no sé cómo andará la Bolsa, supongo que estará hasta el Ibex de tanta volatilidad porque, más bien antes que después, en estos tiempos y «enestepaís», cual avecilla, todo echa a volar. (Menos los aviones, si se da el caso de que los enfadados controladores aéreos deciden hacer una huelga encubierta como la que, al parecer, ejecutaron tranquilamente, sin que sorprendiera a Fomento, el pasado jueves día 13, que trajo de cabeza a los indefensos y estupefactos pasajeros aeroportuarios, humillados, ofendidos con auténtica saña, recochineo e impunidad durante largas y desquiciantes horas). En fin, no sé cómo estará la Bolsa ni la Vida de la Ciudadanía después de las últimas ordenanzas gubernamentales. No he notado en las calles esa convulsión que, inevitablemente, toda revolución produce. Tampoco sé cómo están ustedes pero, desde luego, yo me siento muchísimo más tranquila que hace una semana. Siete días antes me paralizaba mi «miedo proletario», o sea: esa sensación que a menudo tenemos todos los pringaos de la clase trabajadora de que, el día menos pensado, van a venir y nos vana quitar hasta lo bailao. Llevaba así más de dos años. Mirando de reojo la puerta de casa. Pero desde que OhBama, Angela y Nicolás pusieron los miles de millones encima de la mesa, pues me he calmado. Ahora que sé que las españitas constituyen un protectorado me siento como más a salvo de las fuerzas reaccionarias y estoy convencida de que todo lo malo que pasa se puede achacar, como diría Evo Morales, a la «derecha sepultada», que se infiltra en los movimientos sociales y la lía. Me siento, también, mucho más tranquila respecto a la Justicia. Por ejemplo: he montado un grupo en Facebook llamado «Mi vecina, Maritere Juárez, merece ser condenada a muerte por tender la ropa de noche» y ya tiene treinta y un seguidores y, por lo tanto, en seguida me ha llamado Industria asegurándome que le van a meter un puro a la Maritere que se le van a encoger los elásticos de la faja. O sea, que veo que las cosas marchan muchísimo mejor ahora y eso abre mi corazón a la esperanza y a la fe en el Estado Español. Por otro lado, mi cobarde apego a la vida me impide entregarme a jornadas exhaustivas de trabajo no remunerado. Aunque mi indiscutible valía revolucionaria compensará de sobra mi flojera. (Eso espero, majos).