Cataluña

«Quería ser yo si podía la que le donase a mi hijo un riñón»

Donantes y receptores explican a otros enfermos su experiencia para fomentar la donación de vivo.

Agustina y su hijo Pau, al que donó un riñón en el Clínic
Agustina y su hijo Pau, al que donó un riñón en el Clíniclarazon

BARCELONA- Agustina tiene 63 años y hace 38 dio vida a su hijo Pau. Ahora le ha vuelto a dar un trocito más de vida en forma de riñón. Ambos dieron el pasado martes su extraordinario testimonio –aunque ambos aseguran con entusiasmo que han vivido el proceso de donación con total «normalidad»– a otros enfermos renales crónicos y sus familias. Fue en el «Forum con Vida» que organizó la federación nacional Alcer y la Organización Nacional de Trasplantes y que tuvo lugar en el hospital Clínic de Barcelona, pionero en realizar trasplantes de donantes vivos.
«Hace cinco años me detectaron un fallo en la función renal –explica Pau– que fue empeorando con el tiempo hasta plantearse la necesidad de un trasplante de riñón». Los médicos le propusieron dos alternativas: entrar en lista de espera y mientras tanto someterse a diálisis o aceptar el riñón de un donante vivo. «Quise ser yo, si podía, quería ser yo», interviene Agustina y, añade, «lo tenía clarísimo». A su lado, Pau explica que su madre y hermana, e «incluso primos míos», se ofrecieron para donarle un riñón. «Todo fue muy rápido; en enero del año pasado me dijeron que tocaba el trasplante y en julio me operé». Las pruebas confirmaron que Agustina podía donar uno de sus riñones a su hijoy todo se dispuso para que así fuera. «Me cuidaban más que a él, me mimaron muchísimo», apunta Agustina sonriente mientras su hijo asiente con la cabeza. De hecho, cuidar de los donantes es parte del protocolo. Se trata de protegerlo y evitar que se den casos de tráfico o comercio de órganos, explica a la sala el doctor David Paredes, de la unidad de trasplantes del Clínic. El rigor y el cumplimiento no sólo de la ley si no también de los principios éticos marcan cada uno de los pasos a seguir en la donación de órganos, y más si cabe, entre vivos.
«Me di cuenta de que lo que he hecho no es nada extraordinario», señala Agustina, que asegura que hace una vida completamente normal. Su hijo añade «es más frecuente de lo que la gente cree». Aún así, y a pesar de haber hablado de la operación entre madre e hijo, a Pau le asaltó la duda en su ingreso. ¿Estaba segura su madre de lo que iba a hacer? «Me dijo ‘mira' señalando a mi hija que entonces tenía un año y medio –explica Pau– y me preguntó ‘¿no harías tu lo mismo por ella?'» y no pudo más que asentir y seguir adelante.
En cualquier caso, un mensaje a los futuros receptores: «que no tengan remordimientos porque el que dona lo hace de todo corazón», y a los futuros donantes «que no tengan miedo porque con un riñón se vive, y si pases algo pasarían a ser los primeros de la lista de espera».


¿Por qué donar a otro estando vivo y sano?
Baja el número de donantes cadáveres, porque afortunamente también descienden los accidentes de tráfico y mejora la supervivencia. Ante esta situación, la donación en vivo y «a corazón parado» son las alternativas médicas para evitar que crezcan las listas de espera. Pacientes y profesionales se esmeran, organizando charlas, en explicar con detalles estas alternativas a otros afectados y sus familiares.