América

Ceuta

Refugio patriótico por Martín Prieto

El españolismo, desgraciadamente, no existe excepto como folclore barato, ni puede ser movilizado. Otra cosa es que España no sea una patria constitucional y casa común

el rey con las fuerzas armadas Las Fuerzas Armadas no están para desarmar a los Mossos d'Esquadra, sino para evitar un desastre en la punta de un Magreb sin primavera
el rey con las fuerzas armadas Las Fuerzas Armadas no están para desarmar a los Mossos d'Esquadra, sino para evitar un desastre en la punta de un Magreb sin primaveralarazon

Ya en 1775 Johnson en su «La vida de Samuel Johnson» escribía por primera vez que «el patriotismo es el último refugio de un bribón», axioma que ha tenido múltiples versiones. La historia ha movido el concepto de patriotismo y no es lo mismo el heroísmo aldeano de Numancia frente a la romanización que la pertenencia a una patria constitucional como España o Estados Unidos. Como espacio de convivencia, España debe ser la decana porque pervive desde hace 500 años, y no en ensimismamiento porque reordenó o puso en el mapa a comunidades en Europa, América y Asia. Los apellidos vascos monopolizan nuestra navegación de conquista y los catalanes desarrollaron el comercio interior de la Península.

El patriotismo lingüístico se da de bofetadas con un presidente Obama tartamudeando en español por movilizar el voto hispano. El fundamentalismo catalán olvida su propia intransigencia acusando a los habitantes de la orilla derecha del Ebro de españolistas culpables de un desgarramiento nacional a cuenta de unos supuestos agravios de pacotilla. El españolismo, desgraciadamente, no existe excepto como folclore barato, y no es movilizable; hasta el punto de que no serán pocos los españoles que vean con alivio la secesión de la periferia por fatiga del metal. A cuenta del aniversario de la Constitución de Cádiz he oído a una jovenzuela televisiva ilustrarnos que Colón descubrió América en 1498, quedándose ancha y satisfecha leyendo barbaridades en el «teleprompter» como un guacamayo. Tiene razón Wert, ministro de Educación, intentando escolarizar a los críos en materias comunes a la nación aunque sea en dos idiomas, pero sin perjuicio (¿limpieza lingüística?) del obligatorio español, exigencia constitucional que la Generalitat lleva dos años sin acatar.

Desde que Antonio Pérez, secretario de Felipe II, puso las primeras piedras de la «leyenda negra», hemos ido interiorizando nuestro antiespañolismo hasta asumir que los adelantados eran genocidas. El 12 de octubre, la Fiesta Nacional, es un poco vergonzante o un día de asueto. Nada que ver con los fastos en varios continentes por el jubileo de Isabel II o la veneración a la bandera estadounidense el 4 de julio y todos los días del año. Y eso que la bandera de España a nadie puede ofender porque sólo es una enseña naval cuyos colores izados en el torrotito permitían visualizar los barcos propios entre la niebla. El españolismo, si algún día lo asume la izquierda, no sería una charanga sino una mano tendida entre españoles diversos unidos por unas libertades y un equipaje histórico común. Pero no vamos en esa dirección.

DEFENSA NACIONAL
José Luis Leal, a la sazón presidente de la Patronal Bancaria (había sido ministro de Economía y Hacienda con Adolfo Suárez), me convidó a desayunar para un cambio de impresiones. Había sido un joven revolucionario del Frente de Liberación Popular y también condiscípulo del Príncipe de España en el colegio personal donde recibió el bachillerato y en el que trabaron una amistad que perdura. Le pregunté: «¿Cuál es la primera preocupación del Rey?». Contestó que la defensa nacional: «La ausencia entre los españoles de una idea cabal de la Defensa y de las virtudes y necesidad de las Fuerzas Armadas».

Años después, Pedro Morenés ha dicho lo mismo en los salones de LA RAZÓN. Cierto que Portugal no va a rescatar Olivencia y que Marruecos no ocupará Ceuta y Melilla, entre otras cosas porque desembarcaríamos en Tánger. Pero el eje Estrecho-Canarias es nuestra columna vertebral. Las Fuerzas Armadas no están para desarmar a los Mossos d' Esquadra, sino para evitar un desastre en la punta de un Magreb sin primavera y con caos salafista.