Trípoli

El ocaso de Hizbulá

La organización político-terrorista libanesa se resiente por su férrea defensa del régimen sirio, del que depende militarmente

A SANGRE Y FUEGO. El Ejército y los rebeldes libran una batalla sin cuartel por el control de Alepo. Duros combates en el distrito de Saladino (en la imagen)
A SANGRE Y FUEGO. El Ejército y los rebeldes libran una batalla sin cuartel por el control de Alepo. Duros combates en el distrito de Saladino (en la imagen)larazon

BEIRUT- La caída de Asad sería un escenario de pesadilla para Hizbulá. El cambio de un régimen suní en Siria podría cortar la ruta principal de abastecimiento de armas de Hizbulá, y en gran medida, dañar su influencia política en Líbano.

Aunque, por el momento, su capacidad para combatir y sus miles de misiles siguen totalmente intactos, si cae el régimen sirio, «corre el riesgo de perder su vía de abastecimiento desde Irán, y no podría compensar la pérdida dependiendo exclusivamente de los puertos libaneses o del aeropuerto de Beirut, porque sería fácil bloquearlos todos», señala Paul Salem, director del Carnegie Middle East Center, en Beirut.

«Sin la capacidad para reabastecerse, Hizbulá saldría de cualquier guerra futura con una fuerza sumamente debilitada», destaca Salem en un análisis, en referencia a un eventual conflicto con Israel, que teme que la milicia chií libanesa ante el debilitamiento del régimen de Asad aproveche para atacar a Tel Aviv.

La llamada Primavera Árabe que ha llevado el cambio en Oriente Medio hacia una mayor influencia de los movimientos islamistas suníes ha relegado en un segundo plano al «eje de resistencia» contra Israel (Irán-Siria-Hizbulá). El jeque libanés Hasan Nasrala, con gran popularidad entre los árabes tras la guerra con Israel en 2008, ha perdido su influencia mediática debido a su total apoyo a Bachar al Asad. Consciente del peligro que representa para el brazo político de Hizbulá, el «Partido de Dios» la supremacía suní en el país vecino, el jeque Nasrala ha suavizado sus discursos pidiendo «el fin de la violencia» por ambas partes y el diálogo político.

En Líbano, un país multiconfesional, donde un tercio de la población de cuatro millones es suní y el otro, chií, el movimiento Hizbulá, que ahora controla el Gobierno, podría perder rápidamente su influencia política.

Protestas contra la milicia
Con las elecciones generales, previstas para la primavera de 2013, la oposición podría arrebatar a Hizbulá su mayoría parlamentaria, si su aliado cristiano, el general Michel Aoun, no obtiene buenos resultados o si el siempre cambiante dirigente druso ,Walid Jumblat, reintegra su partido socialista en la alianza contra Siria.

Tal vez por ello, para prevenir su vulnerabilidad política, Hizbulá ha alentado la reanudación de los debates del Diálogo Nacional entre todas las comunidades principales de Líbano.

Un signo de su debilidad es el hecho de que el secuestro de doce peregrinos chiíes libaneses por los rebeldes sirios no haya provocado un discurso incendiario del jeque Nasrala o una reacción violenta de la milicia chií.

El hasta ahora todo poderoso «Partido de Dios» se ha visto desafiado por grupos suníes en el norte del país, especialmente los levantamientos armados en la ciudad de Trípoli. Pero no sólo en el norte de Líbano, tradicionalmente suní, la población se ha manifestado contra Hizbulá, sino que también en los feudos chiíes del sur, clérigos suníes han organizado manifestaciones multitudinarias en contra del monopolio del la organización político-terrorista del Partido de Dios.

Desde hace un mes, el imam Ahmad Asir, de la mezquita Bilal Bin Rabah en Sidón, ha organizado un campamento de protesta contra las armas de Hizbulá, y son tantos sus seguidores que han bloqueado la carretera general que conduce a las localidades del sur de Líbano. Este clérigo de la línea dura se muestra desafiante, con el firme propósito de derrocar al «Partido de Dios».

La presiones sobre Hizbulá no sólo están en el terreno interno, no hay que olvidar que además se enfrenta al Tribunal Especial de Naciones Unidas para Líbano, por acusaciones de haber participado en el magnicidio del ex primer ministro libanés, el antisirio y pro occidental Rafic Hariri en el verano de 2005.

Aunque no se ha hecho ningún anuncio oficial, hay información de que Daniel Bellemare, fiscal de la corte especial, podría concluir su investigación y formalizar acusaciones en otoño.

Entre los acusados figuran cuatro miembros de Hizbulá, –Salim Jamil Ayyash, Mustafa Amine Badreddine, Hussein Hassan Oneissi, Assad Hassan Sabra– por su implicación en el atentado con coche bomba el 14 de febrero de 2005, que acabó con la vida de Hariri y de otras 22 personas. El jeque Nasrala ha salido a la defensiva, y tras calificar el tribunal como parte de un complot israelí, advirtió al Gobierno y a los otros partidos de que no debían cooperar con él ni aceptar sus veredictos.