Murcia

OPINIÓN: Maldito parné

La Razón
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Pues, a pesar de lo que digan Salgado y demás visionarios, la cosa está como sigue y lo digo en román paladino para ver si yo mismo lo entiendo: si mañana voy a pedir pasta a una caja o a un banco de los de la esquina de mi casa, voy a pagar el doble de lo que pagaría un alemán, porque a los que me prestan les sale el dinero mucho más caro que a mis amigos los rubios del norte. Y eso que no somos Grecia ni Irlanda. Vaya un consuelo. Otra. Si mañana se decide que España está en la ruina, desde Europa nos van a tener que prestar tanto dinero que no hay fondo suficiente para tapar el butrón. Vamos, que si a los verdes irlandeses les han dado noventa mil millones para que no exploten, a nosotros nos tendrían que pasar casi cuatrocientos mil. Y no hay tantos billetes en la saca. Así que más nos vale no dar el capuzón, porque le vamos a tener que pedir a Evo Morales hasta el jamón que le regaló la Ministra Trinidad. Pero, de todo este galimatías, no entiendo una cosa: cuando llega el palo económico, los gobiernos reciben la guita y se la dan a los bancos para que siga la rueda. Vale. Pero luego, los mismos bancos cogen el préstamo y nos machacan con las subidas de interés y otros avaros detalles, como las comisiones extrañas por tarjetas, cajeros automáticos y otros vericuetos cuasi legales. O sea, que aquí trabajamos todos para el prestamista. Es evidente que este principio de siglo nos ha traído lo peor del anterior. No es que nuestra sociedad nade en las aguas turbias de una crisis de valores tan grande como el Lago Victoria, sino que parece que nadie quiere aportar una pequeña solución para abrir una ventana a la esperanza. El parné, ese maldito y escurridizo compañero del día uno de cada mes, protagoniza nuestras vidas y nuestras desesperaciones en un mundo que necesita como el comer un buen reciclaje. Que haya alivio y sálvese el que pueda.