Estados Unidos

La cumbre de Cancún arranca con mal clima

Escepticismo, ésa es la visión que ha despertado la Cumbre del Clima que arranca mañana en Cancún (México). Ya se ha descartado que vaya a lograrse un acuerdo global y vinculante sobre recorte de emisiones. La cita se centrará en financiación, en tecnologías limpias y en conservación de bosques 

La cumbre de Cancún arranca con mal clima
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Un día antes de que comience la Cumbre del Clima de Cancún (México), pocas son las expectativas que despierta. Estados Unidos y China, los grandes emisores de gases de efecto invernadero, han renunciado ya a figurar como verdaderos líderes climáticos. Sus posturas apenas han variado un ápice de la anterior cumbre en Copenhague, de la que lo que más se recuerda es precisamente que EE UU tomara partido con los países asiáticos y la encarcelación de varios activistas, entre ellos el que fuera director ejecutivo de Greenpeace, Juan López de Uralde.
Entre tanto, la postura de la Unión Europea es la misma que en la última cita. Retoma aquel recorte del 20 por ciento de las emisiones de 2020 respecto a los niveles registrados en 1990 y la posibilidad de reducir las emisiones en un 30 por ciento condicionado sólo si otros países hacen un esfuerzo igual o similar. Otras de sus propuestas (que ya son de obligado cumplimiento para los países comunitarios) son: reducir en un 20 por ciento el consumo de energía gracias a la eficiencia energética y lograr cubrir el 20 por ciento de las necesidades energéticas con renovables. Es decir, aquel famoso 20-20-20 para el horizonte 2020.
Léase, lo mismo que en Copenhague. Y eso a pesar de que más de 30 multinacionales, entre ellas la compañía española Acciona, hicieran público, a finales de septiembre, un informe en el que consideraban positivo para la economía de la Unión Europea reducir las emisiones en un 30 por ciento. En concreto, el informe concluía que reducir en un 30 por ciento los niveles de dióxido de carbono (CO2) para el año 2020 en vez del 20 por ciento actual estimulará la innovación, el empleo y disminuirá las importaciones de gas y petróleo en 40.000 millones al año. El coste de fijar esta meta más exigente supondría un 0,2 por ciento adicional del Producto Interior Bruto europeo.
De hecho, ya se ha descartado un acuerdo global y vinculante sobre recortes de emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero. Y eso a pesar de que el propio Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) ya ha alertado de que se deberían recortar en un 60 por ciento para evitar que la temperatura global se incremente 2 ºC, cuando ya ha aumentado casi 0,8 °C con relación a la era preindustrial.
«Desgraciadamente todo apunta a que se ha descartado que vaya a lograrse un acuerdo global y vinculante al respecto o al menos ése es el clima que hay previo a la Cumbre. Ojalá nos equivoquemos. En Copenhague se pensaba que se iba a lograr y no se consiguió», afirma Francisco Fonseca, director de la Representación de la Comisión Europea en España.
Así que, aunque los políticos quieran transmitir un mensaje positivo, lo cierto es que esta cumbre arranca sin grandes esperanzas al respecto. Ahora bien, no todo está perdido. Aunque se trate del mayor obstáculo de la cumbre, lo cierto es que hay alguna pincelada positiva.
De hecho, durante la cumbre se espera que se logren los primeros compromisos de los países en desarrollo, que en la actualidad no han firmado ningún acuerdo vinculante que les obligue a recortar sus emisiones. Algo que, de lograrse, vendrá de la mano de que los países industrializados den un paso en sus políticas.

¿Qué puede lograrse?
En la cumbre, que contará con más de 190 países participantes, se espera lograr un avance en financiación que recoja tres frentes: la urgente para aquellos países que ya ven cómo se están inundando por el cambio climático, los que sufrirán los estragos adversos de este fenómeno climático a medio plazo y los de a largo plazo. Es decir, que se concrete la ayuda financiera que se firmó en Copenhague. «La Unión Europea ha dado ya 2.200 millones de euros de los 7.200 millones que acordó para el periodo 2010-2012», recuerda Fonseca, que reconoce que la UE tiene algún acuerdo ya para esta cita con algún país de los que forman el G20. «Es prematuro dar datos», afirma. «Esperamos que la UE y EE UU logremos en esta ocasión una posición conjunta, eso esperamos, aunque habrá que esperar», añade.
También se tratarán temas como la conservación de bosques y selvas. En este sentido se podría lograr un acuerdo para que, además de la reforestación, la conservación de los bosques sirva como mecanismo de desarrollo limpio. Asimismo, uno de los asuntos que se tratarán será la necesidad de promover tecnología limpia, como las instalaciones de captura y almacenamiento de CO2.
La esperanza de alcanzar un acuerdo global y vinculante para reducir las emisiones de CO2 se queda por tanto para la próxima cita, cumbre de Suráfrica, que tendrá lugar en el año 2011, allí se esperará cerrar un acuerdo internacional para sustituir al Protocolo de Kioto. Mientras, la cita de Cancún es vista como un paso intermedio para las negociaciones del año que viene. Todo lo que se logre al respecto será positivo.
Pero el tiempo pasa, y no precisamente a nuestro favor. El pasado miércoles la Organización Meteorológica Mundial (OMM) informó de que, sólo entre 1990 y 2009, los niveles de CO2, metano y óxido nitroso se habían incrementado en un 27,5 por ciento, y en un 1 por ciento entre 2008 y 2009. Y eso a pesar de la crisis y de las medidas para la reducción global de estos gases.
Quizá lo más positivo antes de que comience la cumbre es que las autoridades chinas hayan admitido, según recoge Efe, que su país es el mayor emisor de gases de efecto invernadero, algo ya denunciado por la comunidad científica internacional después de que entre 2006 y 2007 el país asiático superara a Estados Unidos. Más vale tarde que nunca, aunque sea un dislate que hayan tardado tanto tiempo en reconocerlo.