Cataluña

Cara y cruz

La Razón
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No le falta razón a María Emilia Casas cuando critica los comportamientos impresentables de estos últimos años con relación al Tribunal Constitucional. No sólo por parte del Gobierno y la oposición, sino por la presión nacionalista y las descalificaciones transmitidas a través de los medios. Tiene razón porque el TC es un órgano que interpreta la Carta Magna y dicta sentencias y, por tanto, está exonerado de culpa con relación a lo que dice la Constitución en su articulado. Si una ley o Estatuto no se ajustan a ella, el problema no es del TC ni de su presidenta, sino de quienes hicieron la ley o el Estatuto. Dicho lo anterior hay que recordar que los actuales miembros del TC, con María Emilia Casas al frente, son responsables de haber permitido durante meses una presión política indecente sobre ellos. Pero también, y quizás sea más relevante, de haber erosionado la imagen del Alto Tribunal por retrasar cuatro años la sentencia del Estatuto de Cataluña, pasteleando el fallo, admitiendo sugerencias y cediendo ante los grupos políticos. En este ámbito toda la carga es de los magistrados que conforman la alta institución, y no debe la señora Casas echar balones fuera intentando eludir su pecado. De lo que no tienen culpa ni ella ni sus compañeros es del incumplimiento de los plazos de renovación. Fue obra de los políticos. Cara y cruz del actual TC.