Estados Unidos

Dolor en México por Cástor Díaz Barrado

La Razón
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Producen gran impacto algunas de las noticias que llegan sobre la situación en México. Cuando nos asomamos a las imágenes, la visión es todavía más desgarradora. Es difícil concebir mayor crueldad que la que practican, con intensidad, los sicarios del narcotráfico en sus matanzas y «ajustes de cuentas». Seguro que la sociedad mexicana no sólo siente el horror, sino que, con seguridad, está dispuesta a combatir un fenómeno de esta índole que tanto daña su imagen exterior. Que los intereses de la delincuencia organizada primasen y llegasen a controlar, de facto, cualquier país significaría la desaparición de lo que define, por esencia, a un estado. Ahora más que nunca, hay que combinar la acción que deben llevar a cabo las autoridades mexicanas en la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia con la necesaria colaboración internacional en la erradicación de esos comportamientos. No falta tanto para las elecciones presidenciales en México en julio de 2012 y el nuevo gobierno mexicano tendrá que liderar un país en el que, según los análisis, habita el desencanto por las cuestiones económicas, la falta de confianza y lo que es peor el descreimiento en las instituciones. Pero, también, interesa la desazón que produce que la visión de México en el exterior se vaya proyectando cada día en torno a crímenes, venganzas y asesinatos masivos y no se resalten el verdadero potencial y la fuerza y los valores que el Estado mexicano tiene en la comunidad internacional. Un gran país como México no merece convertir esa imagen en seña de identidad y estoy convencido de que un amplio pacto nacional en ciertas cuestiones, como la lucha contra los «cárteles», evitaría que eso sucediera. Las relaciones con los Estados Unidos deben intensificarse en el campo económico y en la cuestión migratoria. El pragmatismo que asegure el bienestar debe primar sobre viejas concepciones e ideologías que miraban con recelo hacia el norte. La cooperación entre los dos estados es, a mi juicio, una de las mejores oportunidades para México y abre en el conjunto de América la configuración de espacios de integración con consecuencias en los aspectos sociales que contribuirían a cambiar la situación, también en la lucha contra la delincuencia organizada y la adopción de medidas concretas y multilaterales en esta dirección. Nada mejor para un país como México que desaparezca la sombra del crimen organizado. Nada mejor para los ciudadanos que su seguridad esté garantizada. Un cambio en las percepciones sería muy beneficioso para México y seguro que incentivaría el desarrollo económico y la cohesión social en el país. La lucha contra el narcotráfico no es sólo una cuestión de seguridad, es, también, un objetivo para propiciar el bienestar económico y social y algo que repercute en la imagen internacional. México no debe sufrir ese dolor.