Carabanchel

Las mismas estrategias de siempre

La Razón
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No cambian de estrategia porque no les hace falta ya que sigue funcionando. Los dos detenidos por la muerte de dos jóvenes en una fiesta «rave» han afirmado que ofrecían estramonio gratis para abrir mercado. Así ha sucedido siempre. Vecina de Carabanchel, recuerdo que allá por finales de los años 70, individuos que a los jóvenes les parecían que estaban en la onda se plantaban en la salida de los institutos y de alguna discoteca de barrio regalando heroína.

Llamaban la atención, a fin de cuenta prometían que con el «caballo» la vida sería mucho más estimulante puesto que les transportaba a una realidad paralela mucho más intensa, lúdica, plena. También más tóxica, pero eso, entonces, no se sabía. Su intención no era otra que hacer una inversión: iniciaban a coste cero a muchachos que, a los pocos meses, ya eran una clientela fiel que consumía habitualmente, cada vez más. Pero la heroína ya no era gratis, su adicción tenía un precio y ellos lo conseguían robando.

Encontraron en Pan Bendito, San Fermín, Orcasitas o Vallecas un vivero de jóvenes marginados que buscaban soluciones escapistas a un presente errático sin horizonte a la vista. Pasaban los años y aquellos traficantes, siempre sonrientes, y también nerviosos, dispuestos a dar una papelina de heroína a través de un apretón de manos, no eran tan complacientes con aquellos hombres ya desahuciados que acudían a ellos en busca de droga. Simplemente ya no había. Se cerró el grifo y de fiar, ni hablar. Y los heroinómanos se convirtieron en camellos y, como buenos discípulos, también se paseaban por los alrededores de los institutos ofreciendo su mercancía gratis. Sólo que ya no colaba. Ya se sabía que la heroína mataba, y a mucha gente. A medida que crecía la demanda, más adulterada estaba y crecía el número de fallecidos. En Pan Bendito se perdió a toda una generación, que hoy tendría mi edad o un poco más, a la que la heroína les volvió del revés el destino.

Ahora, el guión es el mismo pero con distintas sustancias. En los polígonos convertidos en centros de ocio, en las macrofiestas, siempre hay personas que se esconden entre las sombras para ofrecer porque sí, porque hay que probarlo, pastillas de todos los colores e incluso invitan a la primera botella de agua para pasar el trago mejor.