Ciudad del Vaticano

Benedicto XVI y Medvédev analizan la situación en Oriente Medio

El presidente ruso, Dmitri Medvédev, y el papa Benedicto XVI analizaron hoy en el Vaticano la situación en Oriente Medio y abogaron por la potenciación del diálogo interreligioso, informó la Santa Sede.

Medvédev y el Pontífice se reunieron hoy, por segunda vez, en el Vaticano en un encuentro en el que hablaron a solas durante 35 minutos y considerado por Benedicto XVI como "muy importante".

Tras la entrevista con el obispo de Roma, el presidente ruso se entrevistó con el secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Tarcisio Bertone, y el "ministro de exteriores"del Vaticano, el arzobispo Dominique Mamberti.

"En los cordiales coloquios se han subrayado las buenas relaciones bilaterales y la voluntad de reforzarlas, sobre todo tras el restablecimiento de relaciones diplomáticas plenas (3 de diciembre de 2009)", señala la Santa Sede en un comunicado.

En la nota se indica que "se ha reconocido la amplia colaboración entre la Santa Sede y la Federación Rusa en la promoción de los específicos valores humanos y cristianos en el ámbito cultural y social".

El Pontífice y Medvédev, precisa el comunicado, "analizaron la situación internacional, especialmente en Oriente Medio".

También destacaron la contribución que el diálogo interreligioso puede ofrecer a la sociedad.

Dmitri Medvédev llegó al Vaticano con un séquito de diez personas, entre ellas su esposa, Svetlana, vestida con un traje negro y un amplio pañuelo gris; el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, y el vicepresidente del Gobierno, Alexander Zukhov.

Benedicto XVI le recibió en la sala del Tronetto, anexa a su biblioteca privada -lugar del encuentro- señalando en italiano que se trataba de "un encuentro muy importante". Dos intérpretes participaron en la audiencia.

Al final de la misma el presidente ruso regaló a Benedicto XVI un libro de dos volúmenes que recogen la correspondencia del que fuera presidente ruso Boris Yeltsin a jefes de Estado desde 1996 a 1999. Entre esas cartas están las que envió al papa Juan Pablo II.

También regaló al pontífice un libro de la Enciclopedia Ortodoxa y un cuadro de Moscú, con vistas del Kremlim.

Cuando vio el Kremlim, Benedicto XVI preguntó a Medvedev; "¿vive usted ahí?", a lo que el presidente contestó: "Trabajo allí".

Mirando los libros y el cuadro, Benedicto XVI dijo al mandatario: "tengo que aprender ruso".

El Pontífice regaló a Medvédev un mosaico del Vaticano y rosario a los miembros del séquito.

Tras la audiencia, el presidente ruso se entrevistó con el secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Tarcisio Bertone.

Esta es la segunda visita a la Santa Sede del mandatario ruso, tras la realizada el 3 de diciembre de 2009 y la primera desde que el Vaticano y la Federación Rusa restablecieron relaciones diplomáticas plenas, anunciada durante ese viaje.

El presidente entró en el Vaticano por el Arco de las Campanas, reservado a jefes de estados y primeros ministros.

La Unión Soviética y la Santa Sede establecieron relaciones diplomáticas en marzo de 1990, un año antes de su desintegración y poco después de la histórica visita al Vaticano del que fuera su ultimo presidente, Mijail Gorbachov el 1 de diciembre de 1989.

En enero de 1992 la Santa Sede reconoció a Rusia como sucesora jurídica de la URSS y estableció con ella relaciones a nivel de representaciones permanentes.

Gorbachov fue el primer líder soviético que se reunió con el entonces papa Juan Pablo II, quien en 1991 y 1998 también recibió al presidente ruso, Borís Yeltsin.

Después, en 2000 y 2003 el Papa Wojtyla recibió en el Vaticano al presidente y ahora primer ministro, Vladímir Putin (2000 y 2003). Benedicto XVI recibió a Putin en 2007.

Medvédev es el cuarto presidente ruso que pisa el Palacio Apostólico. En ninguna de las visitas anteriores, los presidentes de Rusia invitaron al Papa a viajar a Moscú.

Aunque las relaciones entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa rusa han mejorado con la llegada de Joseph Ratzinger al papado, los ortodoxos siguen acusando a Roma de hacer proselitismo en territorios que considera de su tradicional influencia religiosa.