España
Libertad y prosperidad
El siglo XX constituyó una terrorífica sucesión de batallas libradas entre el socialismo y la causa de la libertad. El primero adoptó las más diversas y siniestras formas. Unas veces, fue internacionalista y se envolvió en la bandera roja; otras, fue nacionalista y llevó camisa negra, parda o azul. Sin embargo, en todos los casos sólo trajo violencia, miseria y supresión de libertad. En las últimas horas previas al final de la campaña electoral, Falange se sumó a los ocupantes de la Puerta del Sol. Es coherente porque el socialismo azul comparte buena parte de la cosmovisión económica del socialismo rojo y como él provocó la desgracia de millones de personas. En 1959, a dos décadas del final de la guerra civil, España se moría de hambre y estaba al borde de la quiebra fundamentalmente porque la ortodoxia económica oficial era la de la Falange de gente como Girón que no tenía la menor idea de economía, que rezumaba voluntarismo y que insistía en avanzar más todavía en la misma dirección con la que llevaba aplastando económicamente España desde hacía veinte años.
En 2011, España ha vuelto a entrar en el Top Ten de las naciones al borde de la quiebra simplemente porque llevamos siete años de política socialista salpimentada de alianzas con los nacionalistas. En 1959, España pudo salir adelante y comenzar el espectacular desarrollo de los años sesenta simplemente porque Franco decidió ser pragmático y aceptar una profunda liberalización económica pautada por el FMI y diseñada por los tecnócratas del Opus. En 2011, España sólo podrá salir adelante si liberaliza a fondo su economía y se libra como de la peor plaga de las aciagas recetas socialistas que nos han llevado, entre otras maravillas, a tener más de cinco millones de desempleados y un cuarenta por ciento de paro juvenil. Por supuesto, puestos a ocupar un espacio público, falangistas y antisistema, anarquistas y comunistas, socialistas y bilduistas –¡qué apoyo más revelador el de Bildu a estas ocupaciones!– pueden clamar contra el capitalismo, el liberalismo y el simple sentido común, pero es un hecho objetivo y repetido hasta la saciedad que sus recetas son las que siempre traen demagogia, pobreza y castas empeñadas en decir a los demás hasta cómo miccionar. Históricamente, la pobreza tiene su mayor enemigo en la libertad.
Se trata de la libertad de elegir y de contratar como quieren las partes y no como se le antoja a los liberados sindicales; la libertad para gastar el dinero como nos place y no como desean los burócratas; la libertad que deriva de esa propiedad privada que tanto molesta a los estatalistas; la libertad que viene de poder disfrutar unos ahorros no devorados por los impuestos o la inflación; la libertad de una educación escogida de acuerdo con la propia conciencia y no como se le pone en las insignias al comisario político de turno; la libertad para abrir empresas sin temor a que la quiebre la agencia tributaria, los ayuntamientos o las CCAA; la libertad para ir a una iglesia o no ir a ninguna; o la libertad incluso para acudir a los toros, fumar o hacerse vegetariano según nos apetezca. No lo entienden y no quieren entenderlo empeñados en que cuanto más recorten la libertad mejor nos irá. Se equivocan trágicamente. Sin libertad, no existe la menor posibilidad de prosperidad.