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Cumbre de reyes y reinas

La Razón
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Isabel II demostró una vez más ayer en el Palacio de Windsor que sigue siendo la Reina por antonomasia, la que representa la esencia misma de la institución monárquica, que muchos politólogos considera anacrónica y desfasada, la primera de la lista de todas las Casas Reales del planeta. Su poder de convocatoria con los soberanos de los países más cercanos y los más lejanos del mundo está por encima de toda duda: desde el exótico sultán de Brunei, el rey de Lesotho, el emir y la impresionante jequesa de Catar hasta los mismos emperadores de Japón respondieron ayer a la invitación enviada hace semanas desde Buckingham Palace para acompañar a Isabel de Windsor en el almuerzo con el quiso celebrar sus bodas de diamante.

La foto de familia de todos los soberanos presentes en Windsor es todo un testimonio del desafío que supone hoy en día mantener una institución que lucha contra viento y marea para mantener su status, defender su utilidad y conservar ese glamour que siempre ha rodeado a los miembros de la realeza. Una tarea nada fácil en un mundo como el actual en el que el afán por conocer todo tipo de detalles, sin obviar los datos más íntimos y personales, pesa como una espada de Damocles sobre la cabeza de todos los Reyes y Reinas, Príncipes y Princesas, que tratan de mantener una privacidad casi imposible frente a esas exigencias.

Y un apunte más sobre la foto de esos veintisiete monarcas reunidos en una cumbre inusual: los representantes de las monarquías constitucionales, en los que sus mandatarios se someten al control de sus ciudadanos, posaban junto a los soberanos de países en los que el poder absoluto se mantiene de igual manera que en la época medieval.

Frente a los que atacan este tipo de celebraciones, hay que subrayar que hacerla es una gran idea del país anfitrión, consciente del interés que suscita siempre en la ciudadanía ver a tantas personas de sangre azul reunidas. Todos los medios de comunicación que se precien pondrán su foco estos días en la cumbre de Windsor. Siempre atrae ver juntas a tantas cabezas coronadas.