Sevilla

Los toreros saldan cuentas con La Maestranza

Sevilla. Duodécima de la Feria de Abril. Se lidiaron toros de Torreherberos, (1º, 4º, como sobrero, y 5º) y Torrehandilla, desiguales de presentación, a algunos les faltó remate. El 1º y el 5º, buenos, aunque se rajaron. El 6º, se entregó en tablas. El resto, de poco fondo. Lleno. El Cid, de azul y oro, estocada (oreja); pinchazo, estocada (silencio). Cayetano, de verde hoja y oro, media (silencio); pinchazo, estocada (vuelta al ruedo). Daniel Luque, de crema y oro, dos pinchazos, aviso, estocada trasera (saludos); aviso, estocada (oreja). 

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La tarde duró una eternidad. Como la faena de Daniel Luque al sexto. Toda de principio a fin en tablas. Donde le había llevado la mansedumbre del toro. Bendito manso que acudió después a la muleta de Luque sin racanear los viajes. Estuvo el sevillano como si se le fuera la vida, la feria, a darlo todo. Todo lo dio, de largo. Muy serio, arrancando las series y manteniendo la fe de principio a fin. Alargó el trasteo. Escuchamos el aviso antes incluso de perfilarse en la suerte suprema, pero algo dice que tenía la seguridad de que la espada entraría por el lugar acertado. Convenció a la gente, primero a los que tenía más cerca y después, poco a poco, fue cayendo el resto de La Maestranza, en dilatada tarde. Dos horas y tres cuartos de festejo. Camino de la eternidad íbamos, ¿o no? Pero no nos llevábamos los bolsillo vacíos. Habían pasado cosas. Se notaba que Farolillos da ya sus últimas vueltas, aunque en un ambiente raro, cambiante a veces. Daniel Luque metió en vereda al sexto. Y salvó su tarde. Pero antes, con el tercero, estuvo dignísimo. Tenía el toro toda la sosería a cuestas y además regaló alguna miradita pendenciera. Ni caso hizo. Asumiendo el punto de encuentro que hace al medio toro que parezca mejor.
 

Cayetano se encontró con la versión B de «Arrojado». El de Núñez del Cuvillo está en el campo a punto de padrear. La vida padre de semental. Pero ayer el quinto de Torreherberos llevaba el mismo nombre y, aunque rajadito y lavado de hechuras, tuvo castita que torear. Cayetano dio ayer otra dimensión. Serio, relajado, asentado y con valores recuperados. Entre las rayas del tercio hizo toda la labor, pero resolvió con torería. Dejó varias tandas diestras ligadas, que recordaban al Cayetano de hace algún tiempo, muletazos que encontraban final en pases de pecho largos, no de irse, sino de quedarse para disfrutarlos. Con el segundo, de poco fondo, cumplió con la muleta, y destacó en el toreo de capa. Gaoneras para llevar el toro al caballo y réplica por tijerillas al quite de Luque.
 

El Cid se llevó la primera oreja con un toro que se empleó en la muleta, aunque se rajó en el último tramo, pero el tranco que tenía al embestir era muy bueno. No supo medir los tiempos y bajó la intensidad del trasteo. A pesar de que los olés no fueron tan rotundos, sí se le pidió la oreja. El cuarto no sirvió para redondear. Estaba para pocas bromas.
 

De una manera u otra, cada uno quiso saldar sus deudas en La Maestranza, antes de emprender la guerra de Madrid.