Estreno teatral

Cultura firma la paz de Almagro

El Festival de Teatro Clásico arrancó con un sobrio montaje de «El alcalde de Zalamea», tras ceder el Inaem a las condiciones de los técnicos de la CNTC. Mientras, en Almagro se hablaba de Francisco Nieva.

Cultura firma la paz de Almagro
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Sólo unos días atrás, todo estaba en el aire. De hecho, el estreno del nuevo montaje de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) las tenía todas consigo para convertirse en el primer «no estreno» de la historia de la compañía en el Festival de Almagro. Pero el Ministerio de Cultura, a través del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música (Inaem), puso orden y «El Alcalde de Zalamea» subió el telón el viernes en el Hospital de San Juan. Otra cosa es a qué coste: las reivindicaciones de los técnicos, que llevaban semanas de huelga y amenazaron la noche más importante del año, incluían decisiones relativas a personal del equipo de dirección que seguramente pasarán factura a la compañía la próxima temporada. La «pax» de Almagro se entiende sólo en el contexto político actual de expectativas de cambios: el (ministro) que se mueva no sale en la foto. Con todo atado, aunque no bien atado, era forzoso rubricar el enterramiento del hacha de guerra con la foto oficial al completo. Y así, en el estreno almagreño estuvieron la ministra González-Sinde y el director general del Inaem, Félix Palomero, además de la subdirectora de Teatro, Cristina Santolaria, y otros cargos de Inaem y Ministerio. Un rato antes, la comitiva, acompañada por el alcalde de la localidad, Luis Maldonado, había visitado la necesaria y deliciosa exposición dedicada a las escenografías de Amalio Fernández y Francisco Nieva en la Iglesia de San Agusín. El director del Museo del Teatro y responsable de la muestra, Andrés Peláez, hizo con González-Sinde el último recorrido –el sabio local, que conoce mil anécdotas de la profesión, se jubila este año– en el que le detalló la procedencia de las piezas y otros aspectos de la exposición. Nieva ya fue el protagonista la noche anterior, en el acto de apertura del certamen, y ayer en Almagro acaparaba las conversaciones. Recibió el Premio Corral de Comedias apartando la chuleta que llevaba preparada y hablando desde el corazón de los recuerdos de su juventud y la relación con su padre, que murió siendo él joven. Quienes estuvieron contaban la emoción de una noche muy especial, casi sin igual, en la historia del emblemático Corral.Un pueblo en fucsiaCon Almagro empapelado de fucsia –pura casualidad que fuera el Día del Orgullo Gay: la nueva imagen del certamen, que la flamante directora Natalia Menéndez ha traído consigo a modo de renovación, tiene que ver con una instantánea seleccionada meses atrás de la fotógrafa Cristina García Rodero–, la versión de «El alcalde de Zalamea» que ha dirigido Eduardo Vasco supuso el contraste: el vestuario de Lorenzo Caprile se coló en los almacenes de la compañía para aprovechar el patrimonio existente y de paso mirar el bolsillo en tiempos de austeridad: blusas y calzones de época, tonos claros para el pueblo, oscuros para la soldadesca que perturba la paz de Zalamea en el gran drama de honor de Calderón de la Barca.De igual manera, sobria toda, casi desnuda, con apenas una pared corredera como escenografía, Vasco regresó en su puesta en escena a la esencia del texto y los actores –el director citaba como modelo el montaje de José Luis Alonso para la CNTC hace ya más de dos décadas–, dejando que el escenario vacío fuera un pueblo levantado en sillas, y que sus actores tuvieran la paz y la palabra. Pedro Crespo, gran creación que tiene claro que al rey la hacienda debe, pero no así la fama, que es patrimonio del alma –y ésta, ya saben, sólo es de Dios–, se hizo carne sensible y rural en ese ya veterano con canas en la barba imperturbable que es Joaquín Notario y que hace tiempo que viene siendo, teatralmente, un grande de España. Y enfrente, Don Lope de Figueroa, con quien se trae unos divertidos tira y afloja: es el soldado noble, y lo encarna otro buen veterano, José Luis Santos. David Boceta y Eva Rufo, salidos de la Joven Compañía, son en esta versión los hijos del aldeano cuyo buen nombre mancilla, «robándole» a la joven, un capitán lujurioso, al que da empaque Ernesto Arias. Y así, aparecen otros nombres que son ya habituales en esta compañía consolidada en lo actoral: David Lorente (el pícaro Rebolledo) y Pepa Pedroche (su media naranja, la Chispa); o Miguel Cubero y Alejandro Saa, quijotesco y sanchopancesco, si se permirte el palabro, Don Mendo y Nuño, respectivamente, con un diálogo sobre blasones y estómagos vacíos antológico de nuestro teatro áureo.Recepción fríaQuizá algo frío en su recepción, cabe preguntarse si el público del viernes conocía los problemas de este estreno que pudo no haber sido. Algún ensayo más y estará listo para llegar a Madrid en septiembre. Mientras, por las calles de Almagro, esquivando al sol, se veía ya a otros protagonistas del festival, como la actriz Clara Sanchis y el dramaturgo José Sanchis Sinisterra, que traen a Shakespeare tamizado por Beckett: «Próspero sueña Julieta (o viceversa)». La cita, tras el partido, con La Fura y el chef de Mugaritz en su, llamémoslo así, «Titus Gastronómicus».Entre la crisis y el MundialDifícil arranque para un certamen: tener que lidiar con la crisis. En la organización de la cita había un justificado optimismo: la venta anticipada está en el 70%. En los hoteles de la localidad, si se rasca un poco, se oye otra película. Otros años había que reservar tres meses antes, esta vez se encuentra habitación sin problemas. Y el tema del día –otra competencia inesperada–, el partido entre España y Paraguay, a las 20:30 h. Medio pueblo paralizado, y luego... a correr al teatro.