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Trasformados por el WhatsApp

La aplicación móvil, que usan cerca de 10 millones de españoles, ha sido capaz de reforzar los lazos de pareja y hasta generar ansiedad por «vibraciones fantasma»

Trasformados por el WhatsApp
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Madrid- Hemos llegado a un punto en que podemos comenzar un noviazgo por SMS y romperlo por mail. Y entre medias, para que el fuego «virtual» no se apague, no sólo nos enganchamos a nuestra pareja: también nos aferramos al WhatsApp. Ahora bien, ¿qué ocurre cuándo no se reflejan en nuestro móvil las dos rayitas verdes que notifican que nuestra pareja ha recibido el mensaje? ¿O en el momento en que tardan más de diez minutos en contestarnos? ¿Y si la excusa del «me he quedado sin batería» se cae al comprobar la última hora en la que nuestro novio/a se conectó al «chat»?

Quizás WhatsApp no es el sistema de mensajería para smartphones más novedoso del mercado. Le siguieron Viber o el más reciente TU Me de Telefónica. Pero sí que es el último que se ha hecho indispensable para el usuario, con 10 millones de clientes sólo en España y 1.350 millones en todo el planeta. Por tres motivos: es instantáneo –lo que lo asemeja a un chat– no tiene límites fronterizos y, lo más importante de todo, es gratuito. Ha destronado al SMS y amenaza a las mismísimas llamadas. Por ello, cabe hacerse la pregunta: ¿El «whatsappeo» nos está transformando?

Nuestra forma de relacionarnos, seguro. Sobre todo a nivel sentimental. Y, pese a que pueda parecer lo contrario, hasta nos puede ayudar. Sobre todo al principio del enamoramiento. «Muchos jóvenes están descubriendo que gracias al WhatsApp son más lanzados y atrevidos en una declaración de amor. Les hace más intrépidos. Además, es un método menos intrusivo y agresivo que una llamada de móvil, que implica el traspasar una frontera. Respetas la intimidad de la otra persona», explica el profesor Francesc Núñez, experto en sociología de las emociones de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Es más: esta mensajería «te permite pensar más la respuesta, porque los tiempos de respuesta son otros. Al ser más limitado en su espacio, te da capacidad de reflexión tras una discusión y puede ser un lugar apaciguamiento». Y, precisamente, al haber reflexión, «te atreves en mayor medida a decir lo que piensas», algo que puede no suceder en las conversaciones cara a cara. ¿Conclusión? Con un buen uso, la aplicación puede ayudar a una pareja a reforzar su compromiso.

Ansiedad y adicción
Pero el uso puede devenir en adicción. Y la adicción, en ansiedad. Un estudio publicado por la Universidad de Worcester y presentado en la Sociedad Británica de Psicología se centraba en lo que podría denominarse el síndrome de la «vibración fantasma». «No mencionábamos una aplicación de móvil en concreto», explica a LA RAZÓN el psicólogo Richard Balding, responsable del estudio. «Sin embargo, cualquier aplicación que envíe mensajes de manera instantánea como WhatsApp puede contribuir a este efecto», añade. El estudio trataba de explicar un fenómeno que a muchos le resultará familiar: ¿quién no ha sentido alguna vez una vibración en su bolsillo cuando, en realidad, nadie les ha llamado? «Podría ocurrir debido a la expectativa de recibir un mensaje, pero también ante una necesidad obsesiva de comprobar el teléfono o incluso un efecto biológico, una manifestación física del pensamiento psicológico mediante la cual los músculos que están en contacto con el teléfono sufren un espasmo», explica. Así, 77% de los participantes del estudio «informaron de efectos secundarios negativos en el uso del smartphone tales como sentir siempre la necesidad de chequearlo». «El WhatsApp tiene una serie de ventajas, pero también «posee un potencial adictivo alto», explica José Antonio Molina del Peral, psicólogo experto en adicciones y director del centro Psicohealth. Así, esa sensación de la «vibración fantasma» no dejaría de ser un «síntoma del síndrome de abstinentencia, de obsesión y de miedo a perder el control». Y es que, como puede ocurrir con el alcohol, «hay quien hace un uso controlado de estas tecnologías». Sin embargo, existe una «barrera peligrosa» que no debe traspasarse: aumentar cada vez más el tiempo que se invierte en el móvil para tener más satisfacción, interferir en áreas de tu vida. ¿Qué nos deparará el futuro? Como apunta el profesor Francesc Núñez, cada nueva tecnología siempre ha ido de la mano de una «tecnofobia». Por ello hay que intentar «domesticar las nuevas tecnologías».


EN PRIMERA PERSONA
Esther (21 años) y Miriam (18) «Whatsapperas»
«Ya lo usas para hacer trabajos de la universidad»
A Esther Romero, estudiante de Periodismo de 21 años, se le podría definir como una usuaria de WhatsApp «a su pesar». Porque poco se puede hacer cuando «todo el mundo lo tiene». Lo usan más sus amigos y compañeros de universidad. De hecho, cree «no utilizarlo más de cinco veces al día». Y casi exclusivamente para hablar con familiares que viven fuera de España y amigos a los que no puede ver tanto. Con todo, y pese «a que la comunicación no es igual; te cansas más por estar tecleando; y en ocasiones se bloquea, va lento y llegan los mensajes con horas de retraso», tiene claro que la aplicación «es el sustituto del teléfono». Reconocen que la aplicación es de suma utilidad en algunas ocasiones concretas. Incluso les ha brindado alguna ayuda a la hora de trabajos universitarios. ¿Un texto o unos apuntes que pueden ser interesante para un trabajo? «Lo copias y se lo envías a un compañero». La inmediatez es la clave y no andas con las clásicas fotocopias para estas ocasiones. Aún así, confiesa que con su hermana Miriam prefiere usar el Messenger de la Blackberry.