Cataluña

Torito guapo

La Razón
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Qué cosas: desde que en Cataluña han dicho que nanay de corridas, el ir a los toros se ha convertido en un acto político. Desde ahora, a la plaza ya no se irá a ver toros, sino a reivindicar la unidad de España y a afearle cosas a antitaurinos, canarios, catalanes y a alguno más que ya nos dirán. En breve, las plazas harán las funciones de Parlamento, completando el medio ciclo que le falta al hemi, llenas de políticos enfadadísimos. Los peces gordos, como en la plaza –acertada representación social, por cierto–, estarán en las barreras y los militantes de base, llegados en autobuses con un bocadillo y un pai-pai, ocuparán gradas y andanadas.
Los de derechas, imaginamos, ocuparán los tendidos caros de sombra y los de izquierdas preferirán los tendidos populares, para guardar la apariencia. Los tendidos de sol y sombra, políticamente correctos, quedarán reservados para los partidarios de la igualdad más absoluta, que reivindicarán con grandes aspavientos que se deje de discriminar y se lidien vacas, que, en vez de con divisa, saldrán al ruedo con un gran lazo de lunares como Minnie. Los toros van a ser la nueva arma arrojadiza entre compatriotas, y ya era hora, oiga, ya era hora, parecía que se nos iba a escapar la oportunidad.
En los tendidos de Pontevedra estaban Rajoy, Feijóo y Pepiño Blanco, y no nos han dicho si son aficionados de toda la vida o si sólo fueron esa vez, pero da igual. La prensa se hace eco para que parezca que la clase política reacciona en defensa del patrimonio cultural patrio, sin que sepamos si lo conocen, entienden y quieren. No sabemos si alguno de los tres afeó a algún matador el no estar donde la antigüedad marca a la salida de los pares, o si alguno conoce los encastes clásicos. Tampoco si protestan con vehemencia cuando los picadores tapan la salida o cuando los matadores torean con el pico o pegan un bajonazo infame, que eso no importa. Pero la Fiesta no necesita convertirse en arma arrojadiza, lo que necesita es que vuelvan esos aficionados de verdad a los que los toritos comerciales, las ferias insulsas e interminables y los compañeros de grada de clavel, whisky doble e ignorancia supina en temas taurinos, ocultan. Los toros no necesitan políticos para salir en la foto, sino entendidos que no traguen con todo, que defiendan la verdadera tradición cultural contra el espectáculo comercial. Pero llevan camino de convertirse sólo en espectáculo y cizaña, olvidando arte, tradición o cultura; lo que les faltaba a los toros.