Melilla

A Mohamed VI

La Razón
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Majesté: Como español me siento corresponsable de las insoportables molestias que le produjo el ruido del motor del helicóptero que, procedente de Melilla, se dirigía al peñón de Alhucemas para abastecer a los militares y civiles que allí residen. No hay derecho, Majesté. Un traqueteo infernal que le impidió a Votre Majesté echar la siestecita en el camarote de su barco, anclado precisamente en la bahía semilunera donde el islote de Alhucemas se ubica. No puedo entrar, Majesté, en la valoración del desagradable sonido helicopteril, por razones de respetuosa prudencia. No estaba allí. Lo que me ha extrañado es que el barco de Votre Majesté estuviera anclado en una zona tan desapacible. Hay lugares prodigiosos en la costa mediterránea de Marruecos y eligió mal el sitio. Una costa pelada muy poco apropiada para el sosiego de sus reales ojos. Para mí, que Votre Majesté, sabedor de que dos veces a la semana vuela de Melilla a Alhucemas un helicóptero «Puma» del Ejército, ha ordenado anclar su barco allí donde el helicóptero no tiene otra opción que hacer ruido, entre otras razones, porque de no hacerlo, se precipitaría a la mar. Los motores de los «Puma» no son excesivamente ruidosos, pero cuando no se oyen significa que están parados, y si están parados, no hay manera de conseguir que el helicóptero permanezca en el aire. Preferible por lo tanto, Majesté, un minuto de ruido de motor a que el helicóptero, para no molestar su sueño, detenga los motores en pleno vuelo y se estrelle en la cubierta de su barco, que eso sí que da muchísimo susto. Comprenderá Votre Majesté, que si en Alhucemas, islote sito en la bahía de Ait-Youssef, amanecen, trabajan y pernoctan seres humanos de nacionalidad española, lo lógico y correcto es proporcionarles víveres y enseres para lograr su supervivencia. Y del mismo modo, nada tiene de extravagante, que en helicóptero lleguen y en helicóptero se vayan, los soldados de los destacamentos allí establecidos. Ni que tuviera Votre Majesté enchufada a su barco la pista principal del Aeropuerto de Barajas. Votré Majesté me está saliendo un tanto protestón y un mucho intransigente. Unos pocos minutos de ruido de motor cada semana no justifican su enfado y su protesta ante las autoridades militares españolas. En todas las farmacias –y espero que también en las marroquíes–, se despachan unos artilugios cerúleos que alivian y amortiguan los sonidos desagradables. En España los usan centenares de miles de mujeres para no oír los ronquidos nocturnos de sus maridos, compañeros sentimentales, amantes, novios y hasta ligues efímeros de usar y tirar. De usar y tirar los ligues efímeros, quiero decir. Envíe a un marinero a la costa en un chinchorro, para que éste, alcanzada la tierra, adquiera en Ait-Youssef una caja de bolitas de cera. Se duerme divinamente con ellas encajadas en las orejas. Y con todo el respeto que Votre Majesté merece, le propongo que cambie de lugar. Busque calas y bahías más agradables y remotas. Las costas de Marruecos, tanto en el Mediterráneo como en el Atlántico, ofrecen infinitas posibilidades. Anclar en un lugar tan feo y desapacible me hace sospechar de sus buenas intenciones. Si algún día tengo la oportunidad de intercambiar una charlita con Votre Majesté, se lo haré ver sin aspereza alguna. Buen verano sin helicópteros, Majesté. Que lo pase rechupi.