León

Y qué importa

La Razón
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Ordax Avecilla, don José, pasa por ser el primer parlamentario español que allá por el año 1846 se declaró socialista. Un tipo interesante. Director de periódico, escritor, jurista, parlamentario… Saltó del Partido Progresista al izquierdista Partido Democrático. Éste último, fundado por un marqués (avanzando así el libro de estilo de las «descamisadas» izquierdas patrias). A Ordax Avecilla le costó conciliar las ideas del Partido Progresista y las del Democrático, compatibilizar los programas de ambos, como si progreso y democracia se resistieran a convivir en plácida armonía. Ya entonces. Por cierto que Ordax Avecilla fue diputado por un pueblo de León. En su época, de todas maneras siempre terminaba gobernando la derecha. Era muy cansino y frustrante. Eran los tiempos. El hombre redactó su propio manifiesto, lleno de una sensatez que, para la época, resulta desusada. Pero en España, a menudo, las revoluciones se hacen «desde arriba», y los avances suelen ser fruto de reformas más o menos liberales, en tiempos de don Ordax Avecilla o en los nuestros, ahora marcados por el rumbo de una aristocracia socialista mucho más pragmática y poderosa que aquella decimonónica. Durante décadas nos han gobernado los socialistas, poshippies plutócratas –diría Ian McEwan en «Solar» (Ed. Anagrama)– que ya no defienden «la libertad y el libre desarrollo de las facultades del hombre» (sic), tipos cuyas prioridades ya no son la «seguridad individual, la inviolabilidad del domicilio y la propiedad, la libertad de conciencia y profesión y la admisión a todos los cargos y empleos en función del mérito» porque están a sus cosas y, ante las cifras de paro espeluznantes, son capaces de encogerse de hombros y decir: «¿y qué más da cuatro millones de parados que cinco?».
Como escribió Francisco Rodríguez Adrados, en España una y otra vez se ha repetido el mismo drama: la izquierda liberal o democrática se alía con la izquierda revolucionaria o se deja dominar por ella. Y los conservadores se desplazan –por reacción– más a la derecha…
Eso ocurrió reiteradamente en el siglo XIX y en gran parte del XX. Pero, a partir de la muerte de Franco, el resultado es que siempre gobierna la izquierda, no la derecha; desde la Transición hasta hoy, se suceden los gobiernos socialistas. Los socialistas contemporáneos, ¿herederos? del casi enternecedor Ordax Avecilla, han administrado hegemónicamente España durante la época democrática. Están acostumbrados a que el paro aumente tanto como el déficit. Sus cifras de paro y déficit son imbatibles. Quizás por eso «no tiene ninguna importancia llegar a los cinco millones de parados», como dice el señor ministro de Trabajo Valeriano Gómez, muy conocido en su casa a la hora de comer, pero de quien la mayoría de los españoles desconoce sus gracias. Incluidos esos millones de desempleados que, según él, han sido «mayoritariamente despedidos al amparo de una ley que fue aprobada por un Gobierno del que era ministro Rajoy» (toma castaña).
Don Valeriano se equivoca de siglo. Pero ni siquiera eso importa, tal como estamos.