Valladolid

Dispositivos para descubrir bombas caseras

Estudiar la reacción molecular o las ondas que emite un cuerpo con un artefacto adosado son algunas de las tecnologías testadas en el proyecto Seduce para impedir el trabajo de posibles terroristas 

Dispositivos para descubrir bombas caseras
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Los terroristas usan artefactos explosivos improvisados (IEDS en sus siglas en inglés), que no pasan de ser bombas caseras en muchos casos. Las materias primas para su confección son tantas como la imaginación de quienes las montan y camuflan. Desde la dinamita y explosivos industriales que se usan en minería y en ingeniería civil, hasta productos de andar por casa, como pararrayos, sensores de incendios, guantes de hospital y residuos derivados de tratamientos radiológicos. Cualquier cosa sirve para producir una bomba y esconderla. Si a esto le sumamos la variedad de lugares de potencial interés para atentar, como un aeropuerto, una estación de autobuses, un puerto deportivo o de mercancías, el trabajo de los cuerpos de Seguridad del Estado se complica exponencialmente.
Seduce es un proyecto de I+D español, nacido al amparo del programa Cenit (Consorcios Estratégicos Nacionales en Investigación Técnica) que pretende mejorar los sistemas de detección de explosivos e incorporar nuevas técnicas para facilitar el trabajo policial y disminuir los riesgos personales.

Nuevos y viejos métodos
La seguridad en este caso tiene un precio, 20 millones de euros. Sus protagonistas, un consorcio liderado por centros tecnológicos y universidades como las Politécnicas de Valencia y Madrid, la de Valladolid, la Carlos III o la Autónoma de Barcelona; empresas como Indra, Arquimea, Alfa Imaging, Gate, Autoridad Portuaria de Valencia, Das Photonics, Isdefe, Multiscan Technologies y Ramene, en calidad de observadores Puertos del Estado, ADIF o Aena y potenciales usuarios como Metro de Madrid. El tiempo de ejecución: cuatro años hasta 2011. «Durante este tiempo se analizan las tecnologías más apropiadas para mejorar la seguridad sin perturbar la vida cotidiana», explica Antonio González Gorostiza, director del Centro de Excelencia en Sistemas de Seguridad (CES) de Indra en León.
Las diferencias entre los distintos escenarios sensibles que se están analizando hace imprescindible definir cómo se va a buscar el explosivo. Es evidente que no es lo mismo buscar trazas de grandes explosivos que de pequeños artefactos, cuya finalidad es causar daños puntuales. Se buscan desde partículas microscópicas en billetes, cantidades del orden de kilogramos o, incluso, más grandes. Una vez determinado que alguien o algo transporta un explosivo, se decidiría la forma de actuar, en una fase posterior. Las tecnologías que se están estudiando son tanto antiguas como nuevas en nuestro país. «En algunos casos se trata de mejorar sólo la relación calidad, precio», detalla Gorostiza.
Del abanico de tecnologías que se están testando destacan el LIBS, que permite, a través de un rayo láser aplicado en una superficie y la reacción molecular al estímulo, detectar micropartículas a distancias desde 5 centímetros a 40 metros. El estudio de las ondas milimétricas o teraherzianas para distinguir si un cuerpo humano lleva adosado alguna sustancia explosiva; detectores que rastrean la presencia de bombas sucias o bombas con componentes radiactivos, a través de sensores sensibles a los rayos Gamma; rayos X de diferentes cámaras, marcadores químico-luminiscentes o DMA (que comprueba la diferencia de movilidad de los iones en el espacio) terminan la lista de los sensores del presente para un futuro mucho más seguro y ajeno a cualquier amenaza.