Actualidad
Cuando Rajoy zapatea
Una tesis inquietante recorre los despachos de la sociedad civil marianista: ¿y si Rajoy acabara siendo una fotocopia de Zapatero? «¡Horror!», exclaman los panegiristas, «¡no era esto, no era esto!». Zumbaron al anterior presidente por sus cambios de criterio, por improvisar paquetes de medidas, por predicar zanahorias para acabar dando estacazos; hicieron chufla y rechufla del lenguaje artificioso y cursi que empleaba para endulzar el aceite de ricino y ahora descubren, desnortados, que el gobierno nuevo gusta de los vicios viejos. Llamar a la subida del IRPF «recargo temporal de solidaridad» es una coña impropia de quien presume de llamar al pan, pan y al vino, vino. Repetir que el Gobierno «pide un esfuerzo», como si la subida fuera optativa y voluntaria, es un acto pueril de camuflaje que no desentonaba en el Gobierno de antes y que tampoco desentona –queda claro– en el Gobierno de ahora. Para ser el Gobierno de la verdad se ha abonado muy pronto a los eufemismos. El presidente que explicaría siempre las promesas que no pudiera cumplir consideró innecesario personarse el viernes para ofrecer sus razones. El argumentario marianista dice que Rajoy no tiene por qué hablar porque para eso están los ministros económicos. Visto así, no hace falta que abra el pico hasta el día que caiga y deje de tenerlos. Extraña idea del liderazgo, tan parecida a una monja de clausura. Recordémoselo a quien gobierna: explicarse ante la opinión pública es una obligación inherente al cargo, no es una concesión generosa a la prensa tocahuevos. Cuanto menos dé la cara el presidente, más presión estará metiendo sobre Sáenz de Santamaría y su coro de ministros inarmónicos. El recién entrado abraza la máxima del recién salido: gobernar es adaptarse a las circunstancias, ¡bingo! Comentaristas afines se preguntan abrumados: ¿no se da un aire nuestro líder al voluble rapsoda Zapatero? Ellos también lo han notado.
✕
Accede a tu cuenta para comentar