Estados Unidos

El refugio del millón de dólares

La ciudad de Abbottabad, donde Ben Laden había hallado el que sería su último refugio, debe su nombre a un inglés, James Abbott, administrador de uno de los puestos militares que jalonaban la ruta de montaña hacia el paso de Kyber y Afganistán.

018mad03fot1
018mad03fot1larazon

Sede de los regimientos británicos que se dejaban la piel en la larga guerra afgana, desde 1853, el acantonamiento fue creciendo en espacio y, sobre todo, en comodidades. Abbott recreó una porción de la campiña inglesa, con sus villas para los oficiales y sus familias, campos de golf y cricket, jardines y kioskos donde las bandas militares daban conciertos. Y, por supuesto, una iglesia de imponente campanario.

El clima templado, clásico de los valles de media montaña, la pureza y abundancia de sus ríos y la relativa proximidad a la capital, Islamabad, convertiría el viejo acantonamiento militar británico en un lugar ideal para que los capitalinos acomodados pasaran los calurosos meses del verano. Se multiplicaron las villas, los hoteles, las tiendas, los colegios caros; se construyó un gran hospital universitario, se ampliaron los campos de golf y de polo y al templo cristiano se le unió una hermosa mezquita. Pero Abbottabad nunca perdió de vista sus orígenes: es la sede de la Academia Militar del Ejército de Pakistán, acuartelamiento de varias brigadas de Infantería y centro de comunicaciones estratégicas.

Y ahí, en el corazón de la «inteligencia militar» paquistaní fue a encontrar su refugio el terrorista más buscado en la historia del mundo. No era, se ha visto ahora, una casa precisamente discreta, nada que pudiera pasar inadvertido a la simple curiosidad del cartero.
Construida en 2005 con un coste de un millón de dólares, se alzaba sobre un terreno de 3.000 metros cuadrados, protegida por un muro de hormigón de 5 metros de altura, coronado de alambre de espino.

Dos portones de seguridad, electrificados, daban acceso al interior. La vivienda en sí misma tiene tres plantas, de unos 200 metros cuadrados cada una, cómodas pero sin excesivos lujos. Se veía a las claras que sus inquilinos buscaban «privacidad»: pocas ventanas al exterior, un muro de 2 metros de alto para proteger la terraza, ni teléfono ni internet. Aunque, extraño, una gran antena satelital coronaba el tejado. Y, todo, a menos de 200 metros de la academia militar y de un campo de tiro.

No es de extrañar que en Washington se pregunten ahora si la presencia del terrorista que asesinó a miles de sus compatriotas en el «Baden Baden» paquistaní era del todo desconocida por los servicios secretos de su aliado.

Ayer lo expresó con meridiana claridad el presidente del Comité para las Fuerzas Armadas en el Senado, el demócrata Carl Levin: «Las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia paquistaníes tienen que responder a un montón de preguntas, dado el lugar, el periodo de tiempo y el hecho aparente de que esta residencia se construyó expresamente para Ben Laden, y su cercanía al cuartel general del Ejército paquistaní». De que la desconfianza reinaba entre Washington e Islamabad, da cuenta el hecho de que la intervención norteamericana se hizo sin conocimiento de los paquistaníes.

Obama, ha querido salvar la cara de su aliado, pero las perífrasis no son su fuerte. «Es importante hacer notar que nuestra cooperación contra el terrorismo con Pakistán nos llevó a Ben Laden y el complejo donde se escondía», dijo ayer el presidente norteamericano, sin más precisiones. Y, desde la otra parte, se prefiere no hurgar en la herida y, así, el primer ministro paquistaní, Yusuf Raza Gilani, pidió ayer que se respeten las diferentes «sensibilidades» de su país. Sobre todo, la de los talibán.

Fuentes oficiales paquistaníes aseguran que el operativo fue en realidad una misión conjunta de Pakistán y Estados Unidos. «Sin nuestra implicación, esta operación no habría sido un éxito», remacha la fuente citada por Reuters, que no revela su identidad. «¿Era posible sin nuestra ayuda? No (...) Fue una operación de Inteligencia conjunta», comentó otra fuente de la seguridad paquistaní.

El Judas de Ben Laden
Tras casi cuatro años de trabajo, que comenzaron cuando la CIA empezó a seguir la pista de una de las personas que formaban el círculo íntimo de Ben Laden, en concreto uno de sus «correos», las investigaciones dieron resultado. La pista surgió de los interrogatorios a los que fue sometido Jalid Sheij Mohamed, considerado el cerebro de los ataques del 11-S y uno de los más estrechos colaboradores de Ben Laden. La CIA obtuvo una información similar del sucesor de Mohamed, Abul Faraj al Libi. Ambos fueron objeto de las controvertidas técnicas de interrogatorio que aplicó la Administración Bush, en prisiones ubicadas fuera del país, en concreto en Polonia y Rumanía. El chivatazo se confirmó en agosto pasado.

Su última aparición
En su último vídeo difundido el 21 de enero, Osama Ben Laden amenazó en una grabación con matar a los rehenes franceses que sean secuestrados por su grupo, si los soldados de este país no se retiran de Afganistán. «Nuestro mensaje a vosotros ayer y hoy es el mismo, y es que la liberación de vuestros rehenes de las manos de nuestros hermanos está condicionada a la salida de vuestros soldados de nuestro país», advirtió el terrorista en la grabación emitida por la cadena y cuya autenticidad no pudo ser verificada. Declaró que la presencia francesa en Afganistán es un «acto político y terrorista».