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Mejor un buen gazpacho por Andrés ABERASTURI
Ya se sabe que yo en lugar de ir de copas voy de farmacias y he visto que las píldoras, comprimidos y pastillas en general están empezando a ganar la batalla a las cremas que combaten los siete signos del envejecimiento (yo ya tengo ocho), a los geles reductores de barriguitas inadecuadas y a los champuses que devuelven el esplendor y la suavidad de las melenas (¡qué horrible, por cierto, el anuncio del niño que confunde una escoba con el pelo de su mamá). Ahora la presunta vuelta a una juventud perdida, la recuperación de una belleza que por edad no nos corresponde (nos corresponde otra belleza, la de los años, pero ésa no la quiere casi nadie) todo eso que antes se intentaba desde fuera, se hace desde dentro, a base de ingesta de pastillamen vario que, teóricamente y en poco tiempo, nos retorna al pasado más vistoso. Lo curioso de este movimiento son las dosis.
Ocurre como con los extractos de cosas varias que se venden en parafarmacias y farmacia, los de alcachofa o ajo o si ya te ves muy perdido, los mix que tiene casi de todo; miras el prospecto y te tienes que tomar tres bolitas por la mañana, otras tres con la comida y tres más por la noche. ¿No será mas fácil, si ésa es la dosis, hacer las pastillas –o lo que sea– de forma que sólo tengas que tomarte una? Se supone que sí, pero entonces la relación cantidad/precio podría resultar escandalosa. Es la moda. Lo bueno es cuando sale un médico serio y dice sonriendo que un buen gazpacho aporta mucho más que todos esos inventos juntos. Pues eso.
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