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El saludo

La Razón
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Ha pasado ya una semana desde la visita del Papa y nos han sobrado detalles para comentar desde el mismo día de su llegada. En el aeropuerto, los Reyes esperándole a pie de avión, con más pinta de Reyes que nadie, en su perfecto papel de Jefe del Estado él y en su impecable cometido de Primera Dama ella. Bueno, yo creo que la Reina está por encima de eso, es mucho más que una Primera Dama, pero dejémoslo ahí. Si en la vida hay que guardar algo es la liturgia y el protocolo, todo lo demás es vulgaridad y ordinariez. Cuando se saluda a una persona principal hay que hacerlo de acuerdo con unas reglas establecidas, y nuestros Reyes llevan esto a punta de lanza, por algo son hijos y nietos y biznietos de reyes. Vamos, que no tienen más que realeza por todos lados, y para ellos la tradición cuenta para todo, hasta en sus actos más íntimos y familiares. Todo lo que no es tradición es plagio, dijo Eugenio D'Ors, y tenía razón. Quienes no tienen tradiciones o las ignoran son medios pelos, y a la mayoría de los políticos que saludaron al Papa se les vio el pelo de la dehesa. Me da igual que sean ateos, progres o mediopensionistas, pero las normas son para todos. Todavía me acuerdo de Zapatero, el peor presidente de la democracia, haciendo inclinaciones y poco menos que hincando la rodilla frente a un sátrapa como Gadafi. ¡Qué penoso! Sin embargo, se mantuvo tieso ante Benedicto XVI para que nadie creyera que le tenía especial respeto. Y, como él, el resto de sus hombres, a excepción de Bono. Peor para ellos. Ignoran lo que es el saber estar.