París

Ellas eran la vanguardia

Dos exposiciones recuperan a Louise Bourgeois y a María Blanchard, dos artistas marcadas por su infancia

Una de las maternidades de Blanchard que pintó en 1922-1923
Una de las maternidades de Blanchard que pintó en 1922-1923larazon

Jamás tuvieron miedo a caer, porque ya habían caído. Louise Bourgeois y María Blanchard provenían del marco de unas infancias desnaturalizadas por la realidad. Levantaron sus trayectorias a partir del desarraigo que dan unas reglas que que no se atenían a los convencionalismos. Bourgeois presenció có-mo su padre empleaba de institutriz a su amante y engañaba a su madre durante años; Blanchard creció con una joroba, consecuencia de una cifoescoliosis, que condicionó su carácter y su visión en una época que apreciaba cánones de belleza femenina muy clásicos. Intentar separar sus biografías de sus creaciones es como deslindar la letra del papel en un página escrita a mano. Las dos saltaron sobre las barreras psicológicas y físicas que se les imponía a través de sus convicciones artísticas.

Bourgeois, francesa aunque nacionalizada norteamericana, jamás cedió a los síntomas de la fatiga. Su descanso era el trabajo diario. Esa tenacidad la conducía a materializar los recuerdos, a encerrar el pasado en imágenes. Lo hizo hasta el final, que suele ser donde los an-tiguos fantasmas vuelven a reaparecer para ajustar cuentas. La Casa Encendida, para conmemorar su primera década como centro cultural, reúne en la muestra «HONNI soit QUI mal y pense», más de 60 piezas de esta creadora inquietante que están circunscritas al periodo de esos diez últimos años de su vida –murió casi centenaria–. Una etapa en la que había abandonado su hogar neoyorquino y, después del fallecimiento de su marido, había convertido su casa a las fueras de la ciudad en un estudio desorganizado y caótico, en el que todo servía para crear, incluso esa ropa que guardaba innecesariamente en armarios y cajones. Un tercio de las obras expuestas nunca se han visto con anterioridad en ninguna sala o museo, pero ofrecen una oportunidad para profundizar en la mirada finisecular de una creadora que no dejó de reinterpretar sus vivencias, de moldear el dolor y de transfigurarlo en algo tangible. «Todos los días –llegó a afirmar– uno tiene que abandonar o aceptar su pasado. Si no puedes, te haces escultor». Danielle Tilkin, la comisaria de la exposición, explica que sólo en 1982, cuando ya tenía 72 años, el mundo reconoció a esta revolucionaria a través de una retrospectiva que le dedicó el MoMA. Esa falta de visión es lo que la emparenta con otras mujeres, como María Blanchard.

La firma de Juan Gris
En el caso Blanchard, el cuerpo también era psicología, reflexión. Un mundo desde el que partir hacia el interior y recuperar después en pinturas, telas, dibujos. Llegó a París, lugar del que partió Bourgeois, para convertirse en una de las pintoras cubistas más importantes. Su amistad con Juan Gris –hay pinturas de ella a las cuales se ha robado su firma para añadir la de este pintor– fue crucial, y la muerte de éste dejó las secuelas de una acentuada depresión. Ella se rebeló contra su aspecto herido, el mundo de hombres que envolvía aquel ambiente de Montparnasse y una intensa emoción artística, que fue el cauce de su voz y sus emotividades. El Reina Sofía ha inaugurado una antología de esta mujer. Desde sus pasos iniciales, la etapa de formación, hasta sus trabajos cubistas, que le han dado su notoriedad, y su posterior regreso a la figuración. Manuel Borja-Villel, director de esta entidad, subrayó en la presentación su intento de separar vida y trayectoria en esta muestra, organizada conjuntamente con la Fundación Botín. El recorrido intenta alejar la persona del pincel, pero los cuadros siempre están impregnados de la mirada del pintor. Y, en el recorrido, asoma ese cubismo interiorizado por la fuerza de su carácter, expresado con colores propios y que individualiza, no mimetiza, esa corriente artística. Aparte de esa visión femenina que asoma en sus «madonnas» y esos retratos de niños, que son casi infancias.