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Cansancio

La Razón
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He sentido cansancio muchas veces de madrugada y sé por experiencia que es una sensación agradable y al mismo tiempo peligrosa. A una persona cansada es fácil que le rinda el sueño y se le vaya de las manos el coche. También puede ocurrir que por culpa del cansancio sea incapaz de resistirse a algunas tentaciones que más le valdría controlar. En el cansancio está la razón de grandes recuerdos y el origen de muchas desgracias. Un mendigo me contó hace años que cuando le vencía de madrugada el cansancio y veía a la gente diezmada por las copas o vencida por el desánimo, su situación le parecía menos desesperada. Según aquel tipo, un hombre cansado supone que sus amarguras no lo son tanto, de modo que había momentos de la madrugada en los que, gracias a la benevolencia que produce el agotamiento, tenía la sensación de que incluso el hambre le dejaba buen sabor de boca. Yo no sé si a mí me habría ocurrido lo mismo que al mendigo, pero sé que el cansancio me produce indefensión y que soy incapaz de mentir. Mi amiga la doctora Angela B. me comentó de madrugada en El Corzo que a ella con el cansancio le era más difícil mantener a raya las tentaciones y le resultaba casi imposible controlar sus pertenencias. Me dijo: «Cada vez que salgo acompañada y siento de madrugada el cansancio, al día siguiente ni sé muy bien con quién me acosté anoche, ni recuerdo dónde diablos olvidé las gafas». En una ocasión por culpa del cansancio me rindió el sueño y volé a más de cien kilómetros por hora en el coche por encima de una rotonda. Un amigo con el que acababa de compartir las últimas copas de la madrugada en un club de carretera pasó de largo sin preguntar qué diablos me había sucedido. «Vi tu coche, sí, pero supuse que estabas aparcando», me dijo al día siguiente. Como aún no había ido a cama y estaba cansado, fui incapaz de enfadarme. Me limité a preguntarle si creía posible que estuviese aparcando en mitad de ninguna parte al volante de un coche con las cuatro ruedas reventadas a veinte metros de la carrocería. Su disculpa me pareció razonable: «Lo siento, estaba cansado, así que vi tu coche a un lado y no me fijé en los detalles». Supuse que mi amigo era sincero y no le di importancia. También pensé que el mundo estaba muy cansado el día que Hitler invadió Polonia. Y que si nadie protestó por aquello, fue sin duda porque Francia e Inglaterra creyeron que el Führer se había levantado medio dormido y de buena fe buscaba a tientas en Varsovia los retretes del Reichstag.