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Los Ángeles

Las dos caras de Catherine

La seriedad con que la prensa británica trata la enfermedad de Catherine Zeta-Jones revela que el problema es algo más complicado de lo que su representante manifiesta. Después de uno de los episodios más dramáticos de su vida, la actriz, de cuarenta y un años, ingresó en el hospital psiquiátrico Silver Hill, situado en Connecticut, donde reside con su familia.

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Aunque los detalles se desconocen, parece que Catherine tocó fondo en su depresión y decidió buscar ayuda. Desde que la noticia saltó a los medios el pasado miércoles, su rostro llenó las portadas de medio mundo y Hollywood se sobrecogía ante la baja de una de sus intérpretes más consolidadas.

Sin embargo, dado el comportamiento de Zeta-Jones en los últimos meses, su ingreso tampoco es una sorpresa. La actriz ya adelantaba hace unos meses en una entrevista cuál era su estado anímico: «Tengo suerte. Pero eso no quiere decir que no me venga abajo. Trato de mantenerme positiva, porque la negatividad no es buena para mi personalidad. Cuando me deprimo hago que todos los que me rodean se vengan abajo. Soy una nube oscura. Y necesito salir de ahí».

La ganadora del Oscar por «Chicago» dijo al «Sunday Times» que aunque ella parece fuerte y confiada, en realidad no lo es: «Tengo una gran fuerza de voluntad que puede ser incómoda en ocasiones. La gente asume que el ‘‘glamour'' de Hollywood me da confianza y eso no me interesa, en mi vida privada soy una mujer delicada». Además de estas confesiones, el año pasado Catherine también dio indicios de la fragilidad de su estado mental durante el extraño discurso que ofreció en la ceremonia de los premios Tony, que se celebraron antes de que a su marido Michael Douglas le diagnosticaran cáncer.

Después de ganar como mejor actriz en un musical por su papel en «Desiree in A Little Night Music», la actriz pronunció unas confusas palabras que se extendieron más de lo necesario en los halagos a sus compañeros y a todo el equipo de producción. Duró tanto que los organizadores del evento pusieron música sobre su voz; según subía de tono, ella comenzó a gritar y señalando a Michael Douglas dijo: «¿Ves a ese hombre de ahí? Es una estrella de cine y me toca dormir con él cada noche».

Unas semanas después confesaba que «no fue muy elegante decir eso. No pensé en lo que hablaba. A veces no tengo control de lo que sale de mi boca». Aunque el cáncer de Douglas aún no había sido diagnosticado, durante la ceremonia la pareja atravesaba un momento complicado y él se sometía a numerosas pruebas porque no se encontraba bien. Hasta el mes de agosto los médicos no lograron detectar la enfermedad que padecía Michael, algo que frustró mucho a su esposa.

Los más allegados a la actriz han comentado que lo que la destrozó a fue ver a una persona tan vital como Michael en un estado tan débil –el actor perdió quince kilos durante el tratamiento con radioterapia y quimioterapia–. De hecho, comentó en varias ocasiones que no entendía cómo los médicos no habían logrado diagnosticar el cáncer antes. Sin embargo, los problemas de la familia Douglas fueron multiplicándose.

A la enfermedad de Michael se sumó la demanda de su ex esposa Diandra, que, con la nueva entrega de la película «Wall Street» –en la que el actor volvía a encarnar a Gordon Gekko, el personaje que le valió un Oscar en los 80–, pidió una compensación económica de la mitad de los ingresos que se recaudaran por esta última producción. Tras su separación en 2000, la que había sido su esposa durante 23 años recibió más de 60 millones de dólares por su divorcio.

Desintoxicación
Esta semana el representante de Catherine ha revelado que la actriz tuvo que tratarse de una depresión maníaca por el estrés que le causó la enfermedad de su marido. Otros medios más incisivos aseguran que en realidad padece un problema de alcoholismo y que por eso ha elegido el centro Silver Hill –en la sección donde ha sido ingresada también se encuentra la de alcohólicos y adictos a las drogas–. Catherine se está sometiendo a un tratamiento intensivo de una semana donde comparte experiencia con otros quince pacientes. El centro de desintoxicación cuesta 1.500 dólares al día.

El problema es bastante conocido en Estados Unidos por el libro «Bipolar», en el que la abogada Terri Cheney –que defendió los derechos de propiedad intelectual de artistas como Michael Jackson– relataba su propia experiencia con la enfermedad y que ha publicado en España. Los síntomas de la bipolaridad incluyen episodios depresivos con etapas de euforia. Muchos pacientes no son diagnosticados porque durante la fase eufórica los individuos funcionan a gran nivel. A Catherine se la ha podido ver así en varias ocasiones.

El pasado septiembre en la Ryder Cup, celebrada en Gales, su tierra natal, se dejó llevar por sus emociones. Sin poder evitarlo, rompió a llorar hablando sobre Michael Douglas frente a trece mil personas. En febrero, durante un viaje a Londres, y debido a su mal estado físico (no quiere que nadie le tome fotos), golpeó a un cámara de televisión. Son sólo algunos de los altercados que ha protagonizado en los últimos meses.

Sin embargo, su representante ha confirmado que está recibiendo tratamiento psicológico y que ha ingresado por voluntad propia. «Se siente bien y está pensando ya en trabajar la próxima semana en sus dos próximos filmes», comentó a los medios. La recuperación de la actriz le ha permitido hacer alguna salida del centro. La noche del jueves –y según la revista «People»–, se dejó ver cenando junto a su marido en el Pizza Post, situado en Greenwich (Connecticut). Los testigos del local afirman que la pareja «parecía muy feliz».