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Una reflexión por Toni Bolaño

En España siempre que hablamos de dinero nos hacemos trampas al solitario. Si antes fue Zapatero el que nos levantó la camisa cuando nos dijo que no había que preocuparse de la crisis porque no era crisis y sólo era un desajuste pasajero, ahora es el presidente Rajoy el que hace de trilero. De puertas afuera, ante Bruselas, el presidente del Gobierno marca posición diciendo que no se puede rebajar el déficit más allá del 5,8% porque sería un desastre. Puertas adentro, aprieta las tuercas a las autonomías diciendo que deben cumplir con el déficit porqué son las culpables de que España esté en el 8,5%. O sea, lo que pide para España no lo otorga a las comunidades. Rajoy sabe positivamente que el límite del 1,5% es imposible de cumplir por mucho que las comunidades presididas por el PP hayan cerrado filas. Ni Valencia, ni Castilla-La Mancha, ni Murcia, por poner unos ejemplos, podrán cerrar sus cuentas en estos límites. Y menos Cataluña que no está por la labor. De Andalucía ya hablaremos tras el 25 de marzo. Rajoy saca pecho y no afloja ante las comunidades porque son las culpables del déficit, nos dicen desde el Gobierno. Sin embargo, si bien es cierto que las comunidades autónomas son las culpables de la desviación presupuestaria en más de un 60%, no es menos cierto que el déficit conjunto del Estado se reparte muy desigual. La Administración central concentra el 6% del déficit total y las autonomías sólo un 2,5%. Además, no hay que olvidar que un 80% del gasto total de las CC AA incide sobre la ciudadanía. Es decir, la columna vertebral del Estado del Bienestar es responsabilidad de las comunidades. Quizás en el tablero político Rajoy debe mover la pieza de firmeza con las comunidades, pero debe ser consciente que si no aumentan los ingresos de éstas, los recortes pueden asfixiar los servicios sociales y la calidad de vida de muchas familias. Sería bueno recordar aquello de que «Dios aprieta pero no ahoga».
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