Benedicto XVI

«Escuchar al Papa ayuda incluso a los que no creen»

Álvaro de Juan nos llega con un vocabulario muy televisivo, muy actual, que remite al oficio, a lo que le ocupa. Quizá, también, porque en el fondo toda palabra, todo lenguaje, no es más que una encriptación de imágenes, de visiones, de ensueños y eso. «Escaletado» y «guionizado» son profesionalizaciones del habla común. Términos de regidor, que es el trabajo que estos días le deja sin suficientes horas de reposo.

Álvaro de Juan, ayer, en el escenario de Cibeles, donde se recibirá el primer día a Benedicto XVI
Álvaro de Juan, ayer, en el escenario de Cibeles, donde se recibirá el primer día a Benedicto XVIlarazon

«Me voy a encargar del equipo de presentadores; un equipo internacional de chicos que llevan preparándose desde hace meses para este momento. Ellos son los responsables de los actos previos a la llegada del Pontífice a los escenarios. Están concebidos como una fiesta, como una celebración donde se proyectan vídeos, participan cantantes y se ofrecen testimonios». Álvaro de Juan arrastra ya una experiencia anterior, la que viene de sus colaboraciones en el Día de la Familia, que le ha dejado un poso, un hacer. En esos encuentros aprendió a contener los nervios, la inquietud, y formó los reflejos de la improvisación, imprescindibles para vencer los contratiempos. «Son muchas horas en directo y, en ocasiones, los presentadores que se dirigen al público están cansados y se despistan. Entonces les tienes que ayudar». Tiene encomendados los actos previos a la bienvenida de Benedicto XVI en Cibeles y Alcalá este jueves, el vía Crucis del viernes y la Vigilia del sábado. Pero lo que a él le preocupa no son las dificultades y urgencias que hay que solventar a última hora, sino «perderme, por el trabajo, el espíritu que va a existir estos días». Álvaro de Juan siempre ha vivido estas jornadas como peregrino. Ha viajado tantas veces en tren, coche y avión que ya es un viejo amigo de la fatiga, el cansancio y el sudor que acompañan a los tránsitos largos. Pero en esta ocasión no ha habido aviones ni trenes ni coches. Todo sucedía en su casa. «Creía que iba a ser una JMJ descafeinada para mí, que deseaba sentir estas jornadas con esa voluntad del peregrino. Pero Dios me ha hecho un regalo y va a ser la JMJ más grande. Dios me ha puesto cerca del Papa para que vea que también esta JMJ es para mí». Benedicto XVI le cala a Álvaro de Juan. Le llega. Quizá sea su voluntad, su dedicación. Intenta explicarlo y hasta él mismo duda de si sabe hacerlo. «Es un hombre que tiene su vejez, que padece los dolores propios de esa edad, pero que encara unos deberes que a muchos abrumarían. Me parece impresionante». En su discurso existe hueco para los que le acompañan en este encuentro, pero también para aquellos que se sienten distantes y ajenos a él. «Hay muchos jóvenes insatisfechos que han consultado muchos médicos: el del éxito, el dinero, la bebida o, incluso, hacer oídos sordos a estas citas. Y siguen sin respuestas, sin encontrarse. Aunque no crean, aunque no fueran a creer después de presenciar esta visita, yo les recomiendo que se acerquen. Que escuchen el mensaje que nos trae el Papa, porque les ayudará en el futuro. Las palabras de Dios son como una semilla. Puede que no se sientan sus efectos el primer día. Puede que tampoco a las dos semanas, al mes siguiente o, incluso, al año. Pero, de repente, se activan y cuando lo pasas mal están ahí para ayudarte».