Grecia
La crisis nos enferma: más obesos y deprimidos
La recesión económica no deja de emitir facturas. No son sólo financieras y de recortes presupuestarios, sino que la austeridad a la que se han sometido numerosos países europeos están haciendo mella en la salud de sus ciudadanos.
Un grupo de expertos liderado por el doctor David Stuckler, de la Universidad inglesa de Cambridge, ha elaborado un informe que alerta sobre las consecuencias de la difícil situación económica por la que atravesamos y que está dejando múltiples secuelas. El artículo que se publica en la última edición de la revista «Lancet» insiste en los trastornos psicológicos como uno de los problemas más acuciantes «en España, Irlanda y Grecia especialmente», mientras subraya la reducción de la siniestralidad en las carreteras por la disminución del uso del coche. «Estos datos tan sólo son la punta del iceberg de un problema que sigue creciendo», explica a LA RAZÓN el sociólogo británico. Su estudio, insiste, es una primera aproximación a los problemas que han emergido desde 2008 cuando saltó la crisis y el estilo de vida de los europeos dio un giro de 360 grados. Los datos que ha recogido la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los índices de desempleo que publica Eurostat muestran los problemas por los que atraviesan los europeos. El informe de «Lancet» no se centra en un único país; sin embargo, como asegura Stuckler, hay tendencias que se pueden extrapolar: «Si la crisis no hubiera aparecido el número de suicidios seguiría decreciendo. Es más, seguramente habría caído casi un 10 por ciento». Asimismo, el experto insiste en que los decesos en carretera subirían. Otra de las consecuencias derivadas de la reducción de los accidentes es la falta de donantes y por lo tanto, el índice de trasplantes también ha bajado, como indica su trabajo.
El encargado del estudio va más allá y, «aunque no hay datos empíricos que lo verifiquen», destaca otra serie de efectos de la crisis en la salud. Desde la caída del empleo y el auge de los problemas sociales, los expertos insisten en los trastornos psicológicos como uno de los efectos más negativos de la recesión. Así lo atestigua el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB), Julio Bobes, quien asegura que «la salud es consecuencia directa de las circunstancias del entorno».
Pero este psiquiatra señala que no se puede hablar de un aumento de las enfermedades mentales, sino de «trastornos adaptativos». Éstos no serían más que «la respuesta del cuerpo a unas nuevas condiciones laborales, sociales y económicas nuevas a las que el ser humano debe adaptarse», según el propio Bobes. En función de esta concepción, muchas de las personas que acuden al médico como enfermos, en realidad lo que padecen son disconformidades morales de la nueva situación.
El sociólogo de la Universidad de Cambridge no discrepa de la percepción del experto español, pero tampoco cree que las personas que sufren trastornos mejoren cuando superemos la crisis. «Es un problema a gran escala y por eso cientos de personas sufrirán depresiones una vez finalizada la recesión», afirma Stuckler. A este incremento de los problemas mentales se suman los que afectan directamente a la salud, como la diabetes. «Es muy probable que la mala alimentación que estamos llevando se traduzca en problemas graves en un futuro no muy lejano», apunta el experto. El catedrático de Salud Pública de la Universidad Miguel Hernández, Ildefonso Hernández, está de acuerdo: «Lamentablemente las dietas saludables son más caras que los alimentos con alto contenido calórico y que satisfacen rápido. Por eso, en los lugares más pobres, la obesidad se dispara», dice.
El alza de los precios de los alimentos es una consecuencia directa de la crisis y de ello alerta Intermón Oxfam que, en su último informe, insiste en el cambio de dieta que han experimentado los españoles desde 2008. Un 46 por ciento de los encuestados por la ONG aseguraba haber variado sus hábitos. La pizza, la pasta y el pollo se han convertido en los productos indispensables de nuestra dieta. Así, la cesta de la compra también se ha modificado: prevalece la carne antes que el pescado, mientras que los consumidores optan por los congelados antes que por los frescos.
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