Murcia
10 millones por José Muñoz Clares
Según los biólogos, cada hectárea de terreno acoge unos diez millones de vidas. Etnocéntricos que somos, pensamos en diez millones de personas en una hectárea o pensamos en llenarla de animales como gatos, perros, elefantes y monos. Error. El mayor peso biológico es el de las criaturas diminutas. Llenen una hectárea de hormigueros, arañas, libélulas, saltamontes, mariquitas, ranas, pájaros y pequeños roedores y tendrá los diez millones de habitantes que mueren cruelmente cada vez que arde una hectárea de monte. Imaginen los pollos en su nido, incapaces de escapar, achicharrándose lentamente. Camadas de pequeños roedores encerradas bajo tierra hasta que la temperatura los cuece, mamíferos cercados por el fuego, zorros, cabras montesas, jabalíes… Por debajo del horror de que ardan los árboles que nos permiten respirar está el horror de tanta vida eliminada. Mosquitos que hierven en su charca, murciélagos que arden en sus cuevas y, por delante, un horizonte de desiertos futuros, llanuras pedregosas en las que nada crece, ríos sin peces, cielos sin aves. Antes de que el hombre colonizara la tierra hubo incendios que duraron años y hasta décadas. La naturaleza no se inmuta: dame 10.000 años y esto volverá a ser un vergel. Dame un millón de años y crearé nuevas especies adaptadas. Dame miles de millones de años y volveré a hacer hombres a ver si esta vez me salen bien y en vez de quemar los montes, matar la vida y corromper los cielos, se dedicaran a vivir sobre la tierra con la pretensión de no dejar más huellas que las precisas para una vida digna que uno le pueda pasar a sus nietos sin sentir algo de vergüenza por lo que pudimos hacer y no hicimos ni siquiera pensando en nosotros mismos.
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