Barcelona

Bandera con oro por Julián García Candau

La Razón
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Rafa Nadal fue elegido abanderado del equipo olímpico para los Juegos de Londres sin la menor discusión. Era de todos los participantes, sin duda, el más popular, el más conocido en el mundo. El gran astro de la delegación española. Era, además, candidato a la conquista de la medalla de oro. En su participación teníamos pieza básica para alimentar la clasificación final de los Juegos. Sobre todo, en un año en que no son muchas las posibilidades de que suene el himno. Con algunas presencias en el podio en los escalones menores ya nos daremos por satisfechos. Salvo error u omisión, que, a veces, sucede.
El equipo español en los Juegos ha ido decayendo desde Barcelona. Era lógico que no se mantuviera el mismo nivel, dado que los organizadores siempre están por encima de sus posibilidades habituales.
El abanderado o abanderada es siempre deportista de la más estricta élite. Suelen llevarla ganadores de medallas. Es la costumbre y así sucedió en Tokio cuando en Roma había sido medalla de bronce el hockey hierba. Figuras excepcionales han sido el Príncipe Felipe y la infanta Cristina. Se da la circunstancia de que la Reina Doña Sofía lo fue encabezando la embajada griega, en 1960, en Roma, donde su hermano Constantino fue medallista.
Nadal había colmado el deseo mayoritario de verle abriendo paso. Reunía las condiciones idóneas para el papel estelar. Lo lamentable, sin embargo, no es que no desfile, sino que nos prive de otro segundo oro. Y lo más preocupante, que la lesión de rodilla se convierta en problema futuro.
Posdata. Luis León Sánchez y Alejandro Valverde nos han sacado de la mediocridad en el Tour.