Bruselas

Rajoy: «Al final habrá recompensa»

Sube el IVA, quita una paga extra a altos cargos y funcionarios, recorta concejales y reduce el subsidio a partir del sexto mes. Prevé ahorrar 65.000 millones en dos años y medio. Parte del nuevo ajuste se trasladará y ampliará en los Presupuestos de 2013. Asume las exigencias de Bruselas tras el acuerdo sobre la banca y logra más plazo para el déficit

Rajoy: «Al final habrá recompensa»
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MADRID- El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, transformó ayer la quietud de las últimas semanas en una tajante actividad decisoria. «Estamos ante la última oportunidad», advertían en la víspera, con tono dramático, desde Moncloa. Y acorde a esta sensación se comportó ante el Parlamento el día en el que solemnizó otro paquete de ajustes para cumplir con las exigencias de consolidación fiscal planteadas por Bruselas. El guión del duro ajuste era probablemente el único viable, pero hasta sorprendió en algunos sectores del PP, que temían que Rajoy pudiera caer en la tentación de pasar de puntillas por las medidas que aprobará este viernes el Consejo de Ministros. Él cogió el toro por los cuernos y dejó fuera de juego en su primera intervención al líder socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, pese a que las impopulares actuaciones anunciadas por el presidente abrían espacio a la oposición.

Las recomendaciones de la UE se trasladan por fin al papel, una crónica que el Gobierno daba por hecho que tendría que escribir, pero que ha retrasado todo lo posible. Incluso con críticas a cambio de quienes le han reprochado que no actuara antes, en los Presupuestos de este año, por cálculo político y por las elecciones andaluzas. Ayer, un alto cargo del equipo económico justificaba así los tiempos del Ejecutivo: «Si a Bruselas le hubiésemos dado antes el IVA, ahora tendríamos que estar recortando las pensiones. Esto ha sido un pulso, y había que aguantar hasta el final».

Desde fuera ha parecido inmovilismo y hasta rectificación, y desde dentro se explica como una resistencia numantina a la espera de que fuera Bruselas la que se moviera primero y «reconociera los esfuerzos que España estaba haciendo». Con el Memorándum del rescate financiero ya aprobado, y con la ampliación en un año del plazo para cumplir con el déficit, Rajoy tenía muy poco margen de maniobra, sobre todo externo. En clave doméstica, la enmienda a su programa electoral la diluye su mayoría absoluta, la debilidad de la oposición socialista y la existencia de una opinión pública que parece tener más claro que algunos gestores que hay poca alternativa al discurso que ayer dejó Rajoy en el Congreso.

El duro ajuste se reparte entre los gastos y los ingresos, afectando al IVA y a otros impuestos; a los funcionarios; a la prestación por desempleo, que se reducirá a partir del sexto mes para los nuevos perceptores, según el Gobierno para incentivar así la búsqueda de un trabajo... Para compensar el impacto ante la opinión pública de los nuevos recortes y subidas de impuestos, el Gobierno mete la tijera en la Administración local y, como adelantó este periódico, reformará la ley electoral general para reducir la horquilla de concejales en función de la población, además de homologar sus sueldos y retribuciones. Los funcionarios se quedan este año sin una paga extra –con la promesa de que será compensada en 2015 con una aportación en forma de fondo de pensiones–, pero también todos los altos cargos, diputados y senadores, sin compensación a cambio.

Para presentar estos dolorosos ajustes Rajoy, se apoyó en un desgarrador realismo sobre la angustiosa situación de las arcas públicas, al borde de la quiebra –«necesitamos que nos presten dinero hasta para pagar las prestaciones por desempleo, los sueldos de los funcionarios, la Sanidad y la Educación»–, y en unas negras previsiones económicas. En 2013 continuará la recesión, «más cerca del 0 por ciento», frente al crecimiento previsto del 0,2 por ciento. «En la situación actual, crecer y crear empleo no es posible. Atravesamos la segunda recesión más grave de nuestra historia», detalló.

Desde la bancada popular aplaudieron la «reinvención» de su líder para superar «una situación extraordinariamente grave» a base de extremar el realismo y enfrentarse directamente a las contradicciones con su programa –«soy el primero en estar haciendo lo que no le gusta: dije que bajaría los impuestos y los estoy subiendo, no he cambiado de criterio ni renuncio a bajarlos en cuanto sea posible, pero han cambiado las circunstancias y tengo que adaptarme a ellas».
Hasta dio la impresión de que se miraba en el histórico discurso de «sangre, sudor y lágrimas» de Churchill con el que ganó una guerra: «La única opción que la realidad nos permite es aceptar los sacrificios y renunciar a algo o rechazar los sacrificios y renunciar a todo». En su alegato en defensa de su política apeló, tangencialmente, a la herencia, y fue más enfático en el mensaje de que no hay alternativa a los «sacrificios».