Valencia

El río de barro por José CLEMENTE

La Razón
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Los efectos políticos y las causas de la riada de San Wenceslado, como santoralmente ha bautizado el presidente de la Confederación Hidrográfica del Segura, Miguel Ángel Ródenas, a la tromba de agua caída el pasado 28 de septiembre, han acabado en tablas y no precisamente las de ajedrez o las de cualquier otra competición deportiva. Y han acabado así porque no podían concluir de ninguna otra manera episodios de tamaña naturaleza, tanto en lo que respecta a las posibles responsabilidades de índole política, como a las causas y consecuencias de un fenómeno climatológico de tal magnitud, por lo que no cabe recurrir a señalamientos concretos ni tampoco a atribuir a nadie el que no se hubieran adoptado las medidas más adecuadas con la celeridad exigida por las circunstancias. Se hizo lo que material y humanamente se pudo, lo que era posible hacer, con grandes esfuerzos por parte de los encargados de gestionar el desastre y con costes personales en algunos de ellos, como es el caso del alcalde de Lorca, Francisco Jódar, que ponen a prueba su compromiso con la ciudad que dirige y los vecinos que representa. Del mismo modo hay que felicitar al alcalde de Puerto Lumbreras, Pedro Antonio Sánchez, que actuó con rapidez al prohibir el mercadillo que todos los viernes se instala en el cauce de la rambla de Nogalte, lo que evitó una tragedia de dimensiones impredecibles. También son dignos de elogio otros alcaldes de la zona afectada del Guadalentín (Caravaca de la Cruz, Totana, Purias, Almendricos, La Torrecilla, Almenara, Mula y Cehegín), así como los servicios de emergencia de la Comunidad, la Unidad Militarizada del Ejército (UME), Protección Civil, 112, Guardia Civil y Policía Local, y, muy especialmente, los equipos de voluntarios que se desplazaron casa por casa para ayudar a los más necesitados y salvar lo poco que aún les quedaba.

Políticamente se hizo lo que se pudo al activar todos los servicios de emergencia y decretar la alerta naranja, así como el pedir ayuda inmediata a otras comunidades vecinas que, para desgracia de los afectados, también estaban siendo barridas por la descomunal tormenta de agua. No hay más que ver diez días después de que se abriera el cielo a esos barcos de contenedores varados frente a las playas de Valencia para darse cuenta de la dimensión de la catástrofe. ¿Y las causas, que en última instancia podrían determinar las responsabilidades si hubiera lugar a ellas? Y aquí entramos en un terreno tan pantanoso como el que ha dejado la propia riada. Pero vayamos por partes. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) alertó, con al menos 48 horas de antelación, del riesgo de fuertes precipitaciones toda la Región, especialmente en la zona del Guadalentín, tal y como ha reconocido su delegado en Murcia, Juan Esteban Palenzuela, así como de la necesidad de adoptar medidas para evitar consecuencias que lamentar. Esas predicciones pasaron de color naranja (riesgo meteorológico alto con lluvias que pueden ocasionar daños), al color rojo, (ya con las primeras precipitaciones), y en las que el riesgo es extremo, tanto para las personas como para los bienes, como puede ser una «gota fría».

 Se habló después de la extracción de áridos en la rambla de Béjar a unos cien metros del puente que se vino abajo durante la riada. La arena tenía como destino la construcción de gran centro comercial en Lorca. La empresa que acometió dichas extracciones contaba con todos los permisos en regla, tanto de la CHS, como de la Comunidad y los municipios afectados por esa rambla. Parece ser que las extracciones fueron mayor de lo acordado inicialmente en el contrato, lo que provocó algunas denuncias y la apertura de un expediente por parte de la Confederación. Pero nada indicaba tras la investigación abierta que dichas extracciones de arena hubieran afectado a la estructura del puente ni a sus pilares, que pese a ser descarnados por la fuerza del agua, siguieron en pie excepto el que se desplomó, posiblemente por la fuerza del arrastre. La CHS niega la relación causa-efecto, pues de su investigación no se desprende que las extracciones alteraran el cauce del río y, menos aún, disminuyeran la resistencia del puente.

Finalmente, se apuntó a la imprevisión de los planes de defensa de la cuenca del Segura como la causante última de una riada tan poderosa como infrecuente, aunque en la cabeza de todos estuviera que eso podía ocurrir algún día. Pues bien, el gobierno Valcárcel ya acometió años atrás obras en esa dirección, del todo insuficientes como podemos comprobar ahora, pero que sin duda fueron el primer paso. Su consejero del ramo, Antonio Cerdá, ha pedido que se de prioridad a los planes de defensa en la zona afectada, toda vez que los tribunales europeos propinaban una severa regañina a España por los retrasos en dichos planes de cuenca. Este retraso, causado por el anterior gobierno socialista y las disputas territoriales en materia hidrológica, son la primera causa-efecto del desastre del Guadalentín, cuyos responsables directos no quieren oír hablar. Esta versión sobre los planes de cuenca también ha sido corroborada el ex ministro de Obras Públicas, Josep Borrell, partidario de las conexiones de cuencas y los trasvases para evitar episodios como el del Guadalentín y la sequía de una parte de España.

Pero estamos en el después, en el ¿ahora, qué? Y al igual que sucedió con Lorca mientras aún temblaba la tierra con esa apelación de «Todos somos Lorca», que sintetiza lo mejor del ser humano, hoy debemos seguir enarbolando esa misma bandera pero ampliándola a «Todos somos del Guadalentín», porque esa comarca bañada por el «río de barro», como bautizaron los árabes al Guadalentín, debe ser nuestro primer objeto de apoyo y solidaridad. Que no se vayan las cámaras, los fotógrafos, los periodistas, los políticos, los expertos…, y se quede el Guadalentín en soledad. Quedémonos con ellos, entonemos aquellos versos que se hicieron por Lorca: Somos la historia viva/Somos la fortaleza desde donde volver a crecer/Somos luchadores incansables/Somos el aliento y el apoyo de aquellos que necesitan nuestra ayuda/Entre todos, somos infinitos/Por eso ahora, somos Lorca…, y Puerto Lumbreras, y Totana, y Caravaca de la Cruz, y Cehegín, y Mula, y Almendricos, y Purias, y La Torrecilla, y Almenara, todos ellos, todos nosotros, hijos y nietos del río de barro.