Nueva York

Saleh se marcha pero se blinda

Es la cuarta víctima de la Primavera Árabe, el cuarto opresor que en lugar de escuchar a su pueblo –al que ha exprimido durante 33 años– decidió mandar a sus Fuerzas de Seguridad a que reprimieran las manifestaciones pacíficas. Ali Abdala Saleh, presidente de Yemen desde 1978, ha visto cómo han caído Ben Ali en Túnez, Mubarak en Egipto y Gadafi en Libia.

LA FIRMA. Saleh, ayer, al hacer efectiva su renuncia en Arabia Saudí
LA FIRMA. Saleh, ayer, al hacer efectiva su renuncia en Arabia Saudílarazon

Cada vez con más violencia, ira y venganza hacia los sátrapas. Así, si Ben Ali se encuentra en Arabia Saudí «exiliado»; Mubarak está en pleno proceso judicial en El Cairo, acusado de ordenar la muerte de los 800 manifestantes fallecidos durante la revolución, y Muamar Gadafi, enterrado en suelo libio tras una encarnizada muerte. Por lo que tras tres tentativas de firmar la transición propuesta por los países del Golfo, ayer, por fin, aceptó el pacto por el que dimitirá de aquí a 30 días.

 Desde abril, EE UU y, sobre todo los países vecinos, intentaban que Saleh transfiriera el poder para que la estabilidad volviera a Yemen, país que comenzó sus revueltas a finales de enero, tras el estímulo que supuso el triunfo de la revolución tunecina. La primera fase del plan de transición promovido por el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) consiste en que Saleh ceda sus competencias a su actual vicepresidente, Abd Rabbu Mansur Hadi, quien lleva a cabo la segunda parte: organizar elecciones presidenciales anticipadas en 90 días. Acuerdo que Saleh firmó ayer en Riad, acompañado por el rey saudí, Abdala, y otras autoridades del CCG.

Tratamiento en Nueva York
Saleh lleva en Arabia Saudí desde que el 3 de junio su complejo presidencial fue atacado. El hasta ahora presidente yemení sufrió heridas en el pecho y la cabeza, por lo que decidió trasladarse al país vecino para recibir tratamiento médico. Durante la ceremonia de ayer, Saleh se mostró mucho más calmado que en sus últimos discursos televisados. No sólo prometió que cooperará con el nuevo Gobierno, sino también lamentó (en plural, incluyendo a la oposición) el fallecimiento de «decenas y cientos» de yemeníes. «No tendríamos que haber dejado morir a esa gente», dijo en referencia a las más de 1.000 personas que han muerto desde el 27 de enero.

Minutos antes de su firma, desde Naciones Unidas, Ban Ki Moon indicaba que, una vez que Saleh sellara el acuerdo, iría a Nueva York «para recibir tratamiento médico. Eso es lo que dijo. Si viene me reuniré con él», señaló el secretario general de la ONU. Pese a que Ban valoró «la evolución positiva» de los acontecimientos, tanto los yemeníes como diversas ONG no se fían de Saleh, ni tampoco aceptan que los culpables del millar de víctimas queden impunes.

«El Consejo de Seguridad y los Gobiernos internacionales deberían disociarse de cualquier lenguaje en el acuerdo del traspaso de poder que ofrezca inmunidad o amnistía al presidente y a los otros oficiales a cambio de la dimisión», explica a LA RAZÓN Letta Tayler, la investigadora en Yemen de Human Rights Watch. «La firma de Saleh no le debería dar impunidad por los asesinatos políticos», sentencia Tayler, para quien, además, no «puede ser el fin de la atención internacional en Yemen, sino un simple paso más del camino».

En esta misma línea coincide Inrahim Sharqieh, subdirector del Centro Brookings en Doha. «Yemen necesita un cambio de régimen y un Gobierno representativo. Sus jóvenes han hecho su parte, usando métodos pacíficos para oponerse a un régimen brutal y la comunidad internacional les debe su entero apoyo».
El periodista británico-yemení Abubakr Al Shamahi apunta que se avecina un «futuro incierto». Por un lado Ahmed Saleh, el hijo del presidente, sigue viviendo en Saná y a cargo de la élite de la Guardia Republicana. «Los revolucionarios demandan que todos los familiares dejen de tener posiciones en Yemen». Por otro, el vicepresidente Hadi, encargado de convocar las elecciones, es una figura política muy débil y «sin apenas autoridad». Para Al Shamahi «noventa días son muy optimistas».

El líder que «bailó» con serpientes
El oficial Ali Abdala Saleh se hizo con el poder en Yemen del Norte. En 1990, con la caída de la URSS, se apuntó el triunfo de la unificación con el Estado comunista de Yemen del Sur. En 1994 el país cayó de nuevo en la guerra civil. A pesar de mantener al país en una situación de miseria y caos, ha sabido resistir durante tres décadas las tensiones separatistas de las tribus del sur, el terrorismo de Al Qaeda y las presiones de Estados Unidos y Arabia Saudí para no convertir al país en un Estado fallido. Suele decir que gobernar Yemen es como bailar con serpientes.