Santander

Del Álamo revoluciona Santander

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Del Álamo revoluciona Santanderlarazon

Santander- Hay decisiones importantes que se toman en décimas de segundos y segundos que no caben en una vida. Juan del Álamo calibró perfecto ayer dónde estaba y quién era. Santander, plaza llena... No le tembló el pulso para irse a la puerta de toriles y recibir allí al tercer novillo de la tarde. Salió con furia el de Yerbabuena y lo embriagó con temple el novillero. Resultó después que la furia se convirtió en genio, no tenía una idea buena el animal, tiraba hachazos primero, recortaba después. No era para tomarse confianzas. Juan del Álamo, quizá con menos rodaje que sus compañeros, ahuyentó al miedo a golpe de valor sincero. Hizo un esfuerzo de verdad, de los que salen de dentro y tienen que calar sin más remedio en el corazón del aficionado. Costó que así fuera al principio pero la plaza acabó por rendirse a la evidencia, la entrega infinita. Rota la taleguilla, ensangrentada, su labor había tenido honradez y verdad. Y consiguió meter al novillo en vereda por ambos pitones, tirar de él para adelante y cerrar con unas bernardinas de vértigo. Novillero en novillero. Mereció un premio mayor a la altura de su actuación.El sexto resultó reservón y quiso rajarse. Antes de que eso ocurriera, lo llevó al caballo con unas preciosas chicuelinas al paso y entretuvo con un variado quite. Muleta en mano, cuando logró retener la embestida, sacó derechazos plenos de expresión, muy rotos por abajo y después lo hizo todo él. La tarde fue suya. Javier Cortés y Pablo Lechuga anduvieron a la legua del salmantino. El primer novillo del festejo acudía con más libertad al engaño si no se le obligaba y le dejaba ir a media altura, a su aire, sin compromisos. Entonces, sí permitía el toreo relajado. Le tocó a Javier Cortés y con una larga cambiada en el tercio le presentó credenciales. Así comenzó su historia para seguirla después, tras un puyazo, en el centro del ruedo con estatuarios. Vino la faena con ganas, con porte, desdibujado a veces, entonado en ocasiones y tropezado en otras. A veces se encontró con esas arrancadas a media altura y otras, sólo se buscó. El cuarto se dejó aunque sin clase. La larga faena no despertó clamores, a pesar de que Cortés intentó justificarse con un arrimón y lo recibió a portagayola. Tesonero y encimistaPablo Lechuga esperó al segundo con un lance que lo mandó directo a estrellarse en tablas, y a punto estuvo de matarlo. Se repuso el novillo, aunque quizá lo acusó después. Se le vislumbraron cosas buenas al animal, venía de lejos y embestía por abajo, pero duró poco, sobre todo al ahogar el matador las arrancadas. Lechuga anduvo tesonero y encimista. Es verdad que el quinto se frenaba en el viaje, pero acababa por pasar una y otra vez sin descanso y también es verdad que la faena de Lechuga resultó bullidora y hueca. Muchos pases, poco poso y menos reposo. Juan del Álamo ya había revolucionado Santander.