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Devolver al hijo
Casi un dos por ciento de los niños adoptados se devuelven. Son los datos oficiales. Hay otros niños que terminan en internados o psiquiátricos, muy lejos de los padres que los acogieron. Es terrible para las familias, pero más aún para esas criaturas que creyeron que alguien, por fin, les iba a amar incondicionalmente. Dos abandonos en la infancia son una herida definitiva y se necesita una capacidad heroica para superarlos. Los no héroes estarán siempre asustados y serán seres tristes o violentos, cuando no carne de manicomio o presidio. Dicen que nos hemos acostumbrado a adquirir sabiendo que todo puede devolverse. Yo creo que en esto no. No son padres desalmados los que devuelven al niño. Yo creo que con lo que cuesta adoptar a un hijo, con lo que se le desea y se le espera, nadie en su sano juicio volvería a dejarlo en manos del viento. Ocurre, pienso, que no se explica bien a los futuros padres lo que significa traer a tu vida, y para siempre, a un ser que ha vivido sus primeros meses o años en las peores circunstancias. Muchos de los niños adoptados traen un trauma inmenso que se manifiesta en problemas de conducta que requieren una devoción y entrega total por parte de los padres adoptivos. Algunas parejas se rompen en el intento. Hay demasiada oscuridad todavía. Las instituciones no son claras. No se atreven a decir lo que verdaderamente puede ocurrir con una criatura abandonada. Porque, además de amor y deseo hay que tener conciencia. Conciencia de que vas a acoger a un ser herido en el alma -la peor de las heridas-, de que tendrás para siempre un hijo sin raíces y sin datos. Así que luchemos por la claridad en las adopciones. Empezando por las leyes. La verdad hará que nadie se llame a engaño. Un hijo adoptado es un regalo de los dioses. Una maravilla infinita. Como especialmente infinita ha de ser la paciencia, el tiempo y el amor que has de dedicarle.
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