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Dos muertos y decenas de heridos durante una protesta contra el Gobierno en Perú

Las protestas y disturbios en la región peruana de Tacna iniciadas por el reparto regional del canon minero se han agravado con la muerte de dos personas y casi medio centenar de heridos, pese al estado de excepción vigente desde ayer.

La ciudad, de unos 70.000 habitantes, amaneció con todos los comercios cerrados y las escuelas han suspendido las clases en toda la región.
Según los primeros informes recogidos en el Hospital Hipólito Unanue y que confirmaron en la morgue de la ciudad, los muertos son un joven de 32 años, que recibió una bala perdida, y un bebé de cinco meses, que al parecer inhaló gases lacrimógenos disparados en la noche de ayer.
Los cadáveres van a ser sometidos a sendas necropsias, dijeron las fuentes del depósito, por lo que los funerales se celebrarán mañana y se teme que la tensión se desborde nuevamente.
A los muertos se añaden 47 heridos, la mitad de ellos con heridas de bala o perdigón y una decena en cuidados intensivos, dijeron fuentes del Hospital Hipólito Unanue, que precisaron que uno tiene alojada una bala en la cabeza y presenta pérdida de masa encefálica.
El Gobierno decretó anoche el estado de emergencia durante 30 días en esta región, agitada en la última semana por disturbios causados por la modificación de una ley que asigna territorialmente fondos del Estado obtenidos por la fiscalización de la actividad minera y que en Tacna consideran perjudicial.
Según la ley de estado de excepción se suspenden algunos derechos constitucionales -como el de reunión- y se pone el orden público en manos del Ejército, asistido por la Policía. Testigos presenciales dijeron a Efe que la situación en el centro era «calma pero tensa», pero se desbordó pronto en los barrios de la periferia norte y sur donde se repitió la quema de neumáticos, el destrozo de coches y el ataque a oficinas públicas.
Tropas del Ejército patrullan las calles en cumplimiento del estado de excepción y, en referencia a su cometido, el Fiscal Superior de Tacna, Jesús Flores, dijo a Efe que «vamos a coordinar para que no haya excesos».
El Ejército intenta evitar que los manifestantes tomen de nuevo la Carretera Panamericana, principal vía de comunicación entre Perú y Chile, como ha sucedido en el pasado. Asimismo se han desplegado en el aeropuerto y en los barrios más conflictivos de la periferia, pero su presencia es discreta en el centro.
La población de Tacna ha recibido con desagrado la llegada de las tropas a las calles y hoy grupos de vecinos salieron a protagonizar un «cacerolazo» en dos ocasiones, a primera hora de la mañana y de nuevo al mediodía.
El primer ministro de Perú, Yehude Simon, que lleva menos de un mes en el cargo, señaló hoy que Tacna es «una ciudad completamente convulsionada, manejada por un grupo de gente que está haciendo desmanes y con un discurso que no ayuda a Tacna ni al Perú».
Simon, a quien se atribuye especial sensibilidad ante las reclamaciones regionales, dijo entender las razones de las protestas, pero apuntó que los actos de vandalismo los protagoniza «gente que no respeta los espacios democráticos y que están siendo identificados y que públicamente se darán a conocer».
El Gobierno afronta una cuestión complicada, porque la causa de los disturbios en Tacna es la revocación de una ley que la semana anterior había levantado los ánimos en la vecina región de Moquegua, con similares escenas de vandalismo y revueltas callejeras.
Con la modificación de la Ley del Canon se pretende solucionar la demanda de Moquegua, que exigía una mayor participación de los recursos que paga la empresa Southern Perú, de capitales mexicanos, por la explotación de minas en esa región y en Tacna.
De ese canon en Tacna se repartieron el año pasado 712 millones de nuevos soles (253 millones de dólares) frente a 188 millones de nuevos soles (64,4 millones de dólares) que llegaron a Moquegua.
Por ello, los sentimientos regionalistas y la reclamación de sus cánones mineros están tan exacerbados que no parece haber una solución que contente a todos.