Roma

Fini entierra los últimos vestigios del neofascismo con elogios a Berlusconi

En la segunda jornada del cónclave, el número dos del PdL asegura que esta formación «no es un Forza Italia ampliado».

Berlusconi y Fini se dan las manos durante la segunda jornada del congreso del PdL, ayer en Roma
Berlusconi y Fini se dan las manos durante la segunda jornada del congreso del PdL, ayer en Romalarazon

Roma- El Pueblo de la Libertad (PdL), el nuevo gran partido de centro derecha italiano que aglutina a Forza Italia (FI) y a Alianza Nacional (AN), no existiría «sin la lúcida locura que a veces parece guiar» a Silvio Berlusconi. Ésta fue la única broma que Gianfranco Fini, líder de la disuelta AN, se permitió durante su intervención de ayer en el congreso fundacional del PdL. El resto de sus 50 minutos de discurso lo aprovechó para hacer gala nuevamente de su sentido de Estado y dar muestras de sus ganas de modernizar Italia. A diferencia de la mayor parte de la clase política italiana, que repite la necesidad de impulsar reformas pero es incapaz de hacer propuestas concretas, Fini pidió que se cambie la Constitución para instituir así un sistema político nuevo.Hay que acabar con el bicameralismo perfecto, que tanto dilata la aprobación de las leyes, al tiempo que se favorece el bipartidismo, dijo el presidente de la Cámara de los Diputados. Sólo de esta forma se alcanzará una democracia representativa auténtica y se estará «en sintonía con los tiempos modernos». Fini no pudo evitar en su discurso la crisis económica, que según las estimaciones destruirá más de medio millón de puestos de trabajo en Italia antes del año 2011. Para superar la actual coyuntura hacen falta «tres grandes acuerdos», propuso. El primero debe establecerse entre las generaciones, haciendo que «los padres y los hijos estén del mismo lado» a la hora de apretar los dientes e impulsar la economía. El segundo pacto tiene que llegar desde el capital y el trabajo, que deben ponerse de acuerdo para «garantizar la paz social». El último de estos acuerdos hay que tejerlo entre el norte y el sur del país, ya que «la parte meridional de Italia tiene el riesgo de sufrir mucho más la crisis». Laicidad como obligaciónEn consonancia con las intervenciones que hizo durante el caso de Eluana Englaro– a la que se le aplicó eutanasia tras 17 años en coma vegetativo– Fini se atrevió a criticar el proyecto de ley sobre el testamento vital presentado por el Gobierno. «Una ley que impone un precepto es más de un Estado ético que de uno laico», dijo, añadiendo luego que para las instituciones «la laicidad es una obligación». Fini era consciente de que sus ideas alejadas de la Iglesia no eran compartidas por la gran mayoría de los asistentes al congreso y reconoció que la suya es una «posición minoritaria». Al igual que hizo el fin de semana pasado en la convención de disolución de AN, Fini tuvo palabras para los inmigrantes. Pidió para ellos un nuevo sistema que les permita acceder a la ciudadanía italiana y rechazó que hablar de inmigración sea un terreno propio de la izquierda. «No debemos tener miedo de los extranjeros», es necesario entender que «cada vez más Italia estará formada por ciudadanos de color y con rasgos orientales», explicó Fini.

Próximo objetivo: absorber a la UDCEl próximo paso del Pueblo de la Libertad (PdL) para convertirse en el partido único del centro derecha (o de los moderados, como prefieren llamarlo sus impulsores) podría ser la absorción de la Unión de Centro (UDC), la agrupación democristiana liderada por Pierferdinando Casini. Éste ya fue aliado de Silvio Berlusconi en anteriores ocasiones, aunque en las últimas elecciones generales prefirió presentarse solo, con la esperanza de convertir a UDC en el partido bisagra del Parlamento. El exiguo 5,6 por ciento que obtuvo y el éxito de la coalición de «Il Cavaliere» dejaron a la formación centrista en tierra de nadie. Según dice Casini, las encuestas de cara a las elecciones europeas de junio señalan que logrará el 6,5%. Los votos de la UDC se concentran sobre todo en las regiones del sur, donde todavía es fuerte el recuerdo de la Democracia Cristiana. Esta implantación meridional atrae mucho a Berlusconi, que si logra seducir a Casini redondeará la presencia del PdL en toda Italia