Terrorismo yihadista
Ibrahim Hashimi, el nuevo califa de Daesh: “Ha nacido el nuevo Estado Islámico”
El ya «califa» goza de autoridad «militar» y «espiritual» dentro de la organización yihadista. Es temido por ser «el destructor» y a la vez venerado como «el profesor»
«Hoy el Estado Islámico comienza, con el permiso de Dios Todopoderoso, una nueva fase. Seguiremos con la yihad hasta que el suelo esté limpio de profanación, con el fin de establecer la religión de Dios. Le pedimos a Alá que guarde a nuestro imán Jeque Abu Ibrahim al Hashimi».
De esta manera, en editorial publicado en la revista «Al Naba», del Estado Islámico, se anunciaba la llegada del nuevo «califa» en sustitución del fallecido, al suicidarse con un cinturón explosivo, Abu Bark Bagdadi. Un mal ejemplo para sus «devotos»; lo que demostró fue una gran cobardía al ni siquiera enfrentarse, como intentó Osama Bin Laden en circunstancias parecidas, con los comandos de élite estadounidenses que trataban de capturarle en 2011.
Había que articular una rápida sucesión y el Consejo de la Shura, un órgano consultivo, debía tener preparado el repuesto, al menos eso es lo que hicieron creer, y designó a un individuo que había sido la mano derecha del fallecido y que goza de gran predicamento dentro de la banda por ser un implacable ejecutor de la estrategia criminal de Daesh y, a la vez, ir de «jefe espiritual».
El tal Ibrahim se llama en realidad Abu Qardash (tiene otros nombres de «guerra»), apodado «El profesor» y «El destructor», por las razones antes citadas. Es un iraquí que se dice miembro de la tribu de los quarichitas y, por lo tanto, sucesor de Mahoma, una condición para ser califa.
Es temido y respetado a la vez, ya que los que le conocen saben que no se anda con paños calientes frente a los disidentes. Y, si no, que se lo digan a los integrantes de la minoría yaizidí, que se encargó de exterminar, con la matanza de miles de personas, muchos de ellos mujeres y niños. Por eso no es de extrañar que, en un plazo de 48 horas, las distintas wilayas (franquicias que tiene Daesh en varias partes del mundo, entre ellas las más peligrosas, como son las de Irak, Siria y Afganistán, le rindieran pleitesía.
Las páginas del Estado Islámico están estos días repletas de fotografías de terroristas que, con fusil de asalto kalashnikov o lanzagranadas RPG en mano, celebran alborozados el nombramiento del nuevo jefe. No lo han dudado ni un momento sabiendo cómo se las gasta Hashimi, que no parece un sujeto al que se pueda decir que no.
Cuando su nuevo portavoz, Abu Hamza (al anterior también le cayó, en este caso desde el cielo, el castigo de los norteamericanos por sus maldades), hablaba de una «nueva etapa» no le faltaba razón.
Hashimi, que fue nombrado en agosto pasado jefe de operaciones por el propio Bagdadi, es un peligroso innovador que, inmediatamente, se ha marcado la tarea de poner orden en las derrotadas filas de Daesh, así como perfeccionar las técnicas terroristas con el fin de causar el mayor número de víctimas entre los infieles. Hamza, en su mensaje, informaba de que el nuevo jefe es una «figura preminente de la yihad, uno de los ulamas (sabios) y de los emires de los creyentes».
Como esta gente solo piensa en la venganza, destacaba de él que «sabe cómo combatir a los Estados Unidos, a los que ha infligido derrotas, y a los protectores de la Cruz (de Cristo). El Estado Islámico está solamente a unos metros de la puerta de Europa», amenazaba.
Al contar con el apoyo de todas las wilayas, una veintena distribuidas por distintas zonas del mundo, como se puede observar en el gráfico adjunto, dispone de todo el potencial, que no es poco, para seguir con los atentados terroristas en esos lugares.
Puñetazo en la mesa
Sin embargo, se encuentra con el mismo «problema» que su antecesor, que no tuvo más remedio que reconocer que de todas las acciones criminales perpetradas en los seis primeros meses de este año, solo una se había cometido en Europa.
Es duro decirlo, pero en un mundo tan globalizado, lo que ocurre en Siria e Irak, con ser un peligro para Occidente, importa muy poco a sus ciudadanos de Occidente. La banda terrorista lo sabe. Hashimi, como jefe de operaciones hasta ahora, lo tiene interiorizado. Por lo tanto, nos hallamos ante un peligro potencial que los servicios de información tienen en cuenta.
En todas las organizaciones delincuenciales, y el Estado Islámico es una de ellas, el nuevo jefe trata de dar «un puñetazo en la mesa» para fijar su autoridad. Lo puede hacer mediante purgas internas o con la realización de una gran acción criminal que ofrezca una imagen de gran operatividad, aunque la realidad no sea esa.
El pasado miércoles, en una de las páginas oficiales de Daesh, se incluía una amenaza directa contra Madrid y una de sus instalaciones. Se trataba de vengar la detención, por parte de agentes de la Policía Nacional, de un miembro de la Fundación Muntasir Media, uno de los canales que utiliza el Estado Islámico para difundir sus mensajes. Incluían una serie de insultos contra los españoles, aseguraban que iban a liberar «Andaluzia» y aseguraban que tenían células durmientes distribuidas por todo el territorio nacional.
Corresponde a los expertos valorar la amenaza y que digan que tienen tantas células está por ver. La experiencia demuestra que cuando un grupo yihadista está conformado no tarda mucho tiempo en cometer acciones criminales. Para estos individuos, el valor de la vida es relativo, ya que tras su muerte «por Alá», la «guerra santa», les espera un paraíso lleno de mujeres vírgenes de las que disfrutar. Por ello, a la menor ocasión, si la tienen, cometen atentados con el único fin de ocasionar el mayor número de muertes entre los infieles.
Esta amenaza se produce tras el nombramiento de Hashimi, que ha coincidido con la distribución de una serie de vídeos sobre funcionamiento de armas con silenciador (está claro que para su uso en Occidente) y sobre la forma de fabricar el TATP, la «madre de Satán», el explosivo casero que utilizan en las bombas.
Ya no se fían, después de lo ocurrido con la célula de Ripoll y la explosión en el chalet de Alcanar, de los tutoriales que se pueden consultar en abierto; en los que ha confeccionado Daesh, se explican, y se repiten hasta la saciedad, todos los detalles para que no se cometan errores.
Todos estos asuntos conforman un panorama preocupante y dan una idea de cuáles son los planes de Hashimi para el futuro inmediato. Cuando murió Baghdadi, los yihadistas se apresuraron a publicar en sus canales telemáticos que «el que viene es mejor» (es decir, peor para sus víctimas potenciales) y parece que no hablaban por hablar.
Hashimi ha hecho toda su «carrera» criminal al lado de Bagdadi, con el que compartió cárcel tras la invasión de los Estados Unidos y la caída de Sadam Husseim. Se sabe que en prisión fue radicalizado, si es que no lo estaba ya de forma suficiente, por el fallecido califa. Ambos son discípulos de uno de los personajes más siniestros del yihadismo, que también fue abatido por los Estados Unidos: Abu Musab Al Zarkawi, que grababa en vídeo las decapitaciones de los que había secuestrado, Baghdadi siguió con esta terrible práctica y Hashimi, para no ser menos, también.
En el Estado Islámico siguen dando vueltas para poder determinar cómo pudo llegar la Delta Force USA hasta el escondite de Bagdadi. Tienen ya un candidato a traidor, al que han puesto precio por su cabeza, pero se trata de una historia demasiado previsible que, además, se la han servido en bandeja sus enemigos kurdos.
Mientras no den con una explicación factible, las medidas de seguridad han sido extremadas en el seno de Daesh, en especial en torno a Hashimi. No se pueden permitir el lujo, como les ocurrió, de perder en un plazo de 24 horas y a su portavoz El destino de todos estos individuos es el de cesar en sus actividades terroristas (lo que no parece que vayan a realizar) o ser abatidos por tropas regulares o fuerzas de seguridad, ya que no están dispuestos a entregarse. Tarde o temprano, se dará con la pista que conduzca a Hashimi y a su portavoz, Abu Hamza. Es cierto que después serán nombrados otros cabecillas en lo que podría ser una «guerra infinita», como les gusta decir a los terroristas.
No es cierto. Pero para acabar con el que parece uno de los mayores peligros para la sociedad occidental en este siglo es necesaria la implicación real y efectiva de todas las naciones afectadas. Y, lo que es más importante, el concurso de los musulmanes que no están de acuerdo con el yihadismo, que son muchos.
A ellos les corresponde desacreditar los mensajes de Daesh y Al Qaeda en el sentido de que matan y destruyen en nombre de Dios, porque así se lo ha ordenado, lo que es falso y, a los ojos del auténtico Islam, un pecado. La lucha antiterrorista aislada no es suficiente.
El nuevo cinturón explosivo de Daesh
Los «técnicos» del Estado Islámico han inventado un nuevo «chaleco» explosivo, más letal y más difícil de detectar. Al tratarse de un cinturón que va relleno de explosivo y cientos de bolas de metal, se ajusta a la cintura y el terrorista que lo porta puede pasar por un individuo un poco obeso. Al detonar, mediante un disparador que el yihadista lleva en la mano, las bolas salen disparadas como balas en un radio de 380 grados. Cuanto más cerca se esté del foco, la muerte es segura y, en cualquier caso, el número de víctimas causadas es elevado.
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