Polémica
Boris Johnson: el primer líder católico que dirige Reino Unido
La religión puede aflorar la sintonía entre el anfitrión Johnson y Biden en su primer encuentro en el marco del G-7 en Cornualles
Boris Johnson no ha logrado el éxito político a pesar de sus excentricidades, sino gracias a ellas. Forman parte de la esencia de un hombre que ha revolucionado el panorama de Westminster, sacando al Reino Unido de la UE. Y a la larga lista de peculiaridades hay que sumar ahora una más: se ha convertido en el primer ministro británico católico desde la Reforma llevada a cabo por Enrique VIII.
El monarca rompió en 1533 con la Iglesia de Roma para poder contraer matrimonio en segundas nupcias con Ana Bolena, buscando el ansiado heredero varón. Desde entonces, el rey no ha sido solo cabeza de Estado, sino también máxima autoridad de la Iglesia de Anglicana. Está claro que Johnson no es Isabel II. Pero su boda secreta el pasado fin de semana con su noviaCarrie Symonds, 24 años menor, ha creado una nueva polémica.
¿Cómo es posible que la Iglesia de Roma haya dado su bendición -en la Catedral de St. Paul ni más ni menos- a un hombre dos veces divorciado y con al menos un hijo nacido fuera del matrimonio? Oficialmente, Johnson tiene seis hijos (el último de ellos con Carrie), pero, celoso como pocos de su vida privada, nunca ha querido confirmar si son más, fruto de diferentes affaires.
El premier fue bautizado como católico al nacer -religión que profesa su madre, la artista Charlotte Fawcett-. Pero al estudiar en el elitista colegio de Eton recibió con el resto de compañeros la confirmación anglicana. “Era algo convencional y Johnson es en muchos sentidos una personas completamente convencional”, señala el biógrafo Andrew Gimson.
Al haberse casado previamente por la iglesia anglicana, la Iglesia de Roma considera los enlaces nulos, una versión oficial que ha generado grandes críticas en la sociedad, donde se habla que los estándares no se aplican por igual para todos.
Pero, más allá de la cuestión personal, se plantea ahora el debate institucional. En su momento, el ex primer ministro Tony Blair solo oficializó su conversión al catolicismo cuando abandonó Downing Street. Durante los diez años que duró su gobierno, sus asesores le aconsejaron no manifestarse sobre sus convicciones religiosas, por miedo a las consecuencias que esto supondría a la hora de valorar las leyes de aborto, la misma guerra de Irak o las relaciones con la Iglesia Anglicana.
De los 779 asientos de la Cámara de los Lores, 26 están reservados a los obispos y su voz y voto se tiene muy en cuenta a la hora de valorar las propuestas de ley que vienen de la Cámara Baja, conocida como la de los Comunes.
“Mientras que en Estados Unidos y algunos otros países se considera normal que los políticos hablen con sinceridad de su fe, si uno lo hace aquí [en Reino Unido], la gente va a pensar que está loco”, llegó a quejarse el que fuera líder laborista.
En efecto, al otro lado del Atlántico, Joe Biden -de descendencia irlandesa- siempre ha hablado sin tapujos sobre sus creencias. Antes de que el demócrata asumiera el cargo el pasado mes de enero, John F. Kennedy había sido el único presidente católico en un país predominante protestante.
A diferencia de Biden, Johnson no es practicante. Pero, debido a su personalidad, nadie descarta que utilice el tema de la religión como motivo de acercamiento al norteamericano en la cumbre del G7 que se celebrará la próxima semana en Cornualles, donde el premier actuará como anfitrión. Será la primera vez que ambos líderes se vean en persona y hay mucho en juego.
Tras el Brexit, el Reino Unido busca ahora cerrar un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. En cualquier caso, Biden ya ha advertido a Downing Street que no hay ninguna posibilidad de pacto si Londres no cumple con el Protocolo de Irlanda, recogido en el acuerdo de divorcio cerrado con Bruselas.
La frontera entre la República de Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte siempre fue el principal escollo de las negociaciones porque precisamente nadie quería poner en peligro el Acuerdo de Viernes Santo de 1998 que selló la ansiada paz entre católicos y protestantes. Estos últimos se sienten ahora profundamente traicionados por Johnson al haber dejado a la provincia británica tras el Brexit con un estatus diferente al del resto del Reino Unido. Se trata de una cuestión política, no tanto religiosa. Aunque la boda sorpresa católica ha levantado algún recelo.
Por otra parte, a finales de este año, Johnson también se convertirá en anfitrión de la cumbre sobre cambio climático COP26 y parece cada vez más probable que el Papa Francisco viaje hasta Glasgow, ya que la protección del medio ambiente es una de sus prioridades. De ser así, la reunión entre el pontífice y el primer ministro británico y su esposa -ambos católicos- será un gran acontecimiento. Algo impensable hace años, por no hablar de siglos. Que se lo digan a Enrique VIII.