Tensión
Francia y Estados Unidos abren su crisis más profunda desde la guerra de Irak
El origen está el anuncio de una nueva alianza militar entre EE UU, Australia y Reino Unido llamada Aukus, para contrarrestar el expansionismo de China
Una grave crisis diplomática entre socios de largo recorrido que, sin duda, va a dejar rastro en las relaciones trasatlánticas. El enfado y sobre todo, la decepción de Francia con Joe Biden tras cuatro años de turbias relaciones con la administración Trump, han abierto una profunda herida con posibles consecuencias hasta en la OTAN.
Algo nunca visto entre socios desde el NO francés a la guerra de Iraq con Jacques Chirac como presidente. París apunta con el dedo a Biden como máximo responsable de la cancelación del “contrato del siglo”, firmado entre Australia y Francia en 2016 para el aprovisionamiento de doce submarinos franceses en un contrato que podía dispararse a más de 50.000 millones de euros.
Al lenguaje directo y sin dobleces con el que varios miembros del gobierno de Macron acusaban el jueves a Washington de torpedear el contrato: “puñalada por la espalda”, “traición entre aliados” o “políticas propias de Trump”, le han seguido decisiones firmes como la llamada a consultas de los embajadores franceses en Washington y Canberra. “Esta decisión excepcional se justifica por la gravedad excepcional de los anuncios efectuados el 15 de septiembre por los dos países” ha dicho el titular de exteriores galo, Jean-Yves Le Drian en un comunicado.
En el origen de esta crisis está el anuncio de una nueva alianza militar entre EE UU, Australia y Reino Unido llamada Aukus, para contrarrestar el expansionismo de China en la región del Índico y el Pacífico. El acuerdo implica la renuncia del Gobierno australiano a la adquisición de submarinos de propulsión diésel fabricados por el conglomerado francés Naval Group, y su sustitución por submarinos estadounidenses de propulsión nuclear. Según fuentes francesas, París se enteró de la cancelación sólo unas horas antes de que los tres países anunciaran su nuevo partenariado militar y tacha las decisiones, en boca de Le Drian, “comportamientos inaceptables entre aliados”.
Poco después de haberse conocido la llamada a consultas de los embajadores franceses, EE.UU. ha lamentado la decisión explicando, mediante un portavoz de exteriores que los estadounidenses continuarán comprometidos en los próximos días para “resolver las diferencias” entre los dos países, incluso en la Asamblea General de la ONU la próxima semana” en Nueva York. Difícil lo tienen si atendemos a la dimensión de la medida. Se trata de la primera vez en la historia que Francia adopta una decisión como esta ante ambos países. La relación con Washington ha sufrido altibajos a lo largo de los siglos.
El más reciente, en 2003 por la negativa de Francia a apoyar la intervención estadounidense de Irak. Pero desde la independencia de EE UU, y con paréntesis ocasionales como el de la Francia colaboracionista durante la Segunda Guerra Mundial, han sido aliados constantes. Por su parte, el Gobierno australiano, también lamentaba este sábado por la mañana que Francia haya llamado a consultas a su embajador. Sin embargo, la versión australiana de la crisis cambia considerablemente. Según el primer ministro australiano, Scott Morrison, Francia conocía la decisión desde el pasado junio. “Lo dejé muy claro, tuvimos una larga cena en París, sobre nuestras preocupaciones sobre las capacidades de los submarinos convencionales para lidiar con el nuevo entorno estratégico al que nos enfrentamos”, ha dicho Morrison a una radio local. Según Morrison, la decisión de adquirir tecnología estadounidense responde al interés nacional y la defensa de su territorio, en un momento de preocupación por la cada vez más influencia de China en el Indo-Pacífico. El presidente estadounidense, Joe Biden, ya apoyó públicamente el paso de los australianos.
Pero más allá de la ruptura del pacto comercial, que en sí supone un golpe brutal para la economía gala, el bofetón a Francia llega por la magnitud geopolítica de la nueva alianza y lo que supone. París ve en AUKUS no sólo un insulto sino casi una humillación hacia sus intereses. Por el fondo y por la forma. Por el fondo, porque la alianza supone un ninguneo político a Francia que considera que el Índico y el Pacífico, donde tiene territorios como Nueva Caledonia y la Polinesia, pertenecen también a su área de influencia. Y por la forma porque, y en esto tampoco coinciden las versiones, Francia conoció la decisión de la alianza por sorpresa y de forma brutal. Algo que el primer ministro australiano niega también asegurando que Macron estaba al tanto.
Lo cierto es que aunque este capítulo sea el más grave, las decepciones se multiplican entre París y Washington desde la llegada de Joe Biden al poder. Macron y los socios europeos vieron en el nuevo presidente el comienzo de una nueva era en sus relaciones poniendo punto y final a las tumultuosas relaciones del mandato de Donald Trump. Fue durante las últimas cumbres de la OTAN y el G7 antes de verano donde se convencieron de que las cosas no serían como creían. EE.UU., a pesar de la oposición francesa, consiguió la mención a China como amenaza estratégica en el comunicado final de la OTAN.
Las divergencias a partir de aquel momento han ido continuando entre París y Washington, Afganistán de por medio, hasta el punto de comparar, como hizo el ministro de exteriores francés el pasado jueves, a Biden con Trump. Varios analistas apuntaban en la prensa francesa de este fin de semana que esta crisis supone la toma de conciencia por parte de Francia que la línea exterior de Biden era un punto y seguido a la de Trump, que el enemigo chino centra todo el interés y que sobre todo, Biden la llegada de Biden fue un espejismo visto con algo de inocencia en las cancillerías europeas.
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